Donde la hierba es más verde
Pensando en voz alta
Nos gustan las recompensas. Nos satisface el ver la cosecha a nuestros pies. Deseamos el estar del otro lado del río donde la hierba es más verde. Pero antes de la recompensa debe haber un trabajo, antes de recoger la cosecha debe realizarse una siembra y antes de llegar a la otra orilla del río tendremos que cruzar el puente.
El discipulado cristiano es un camino. Largo, hay que decirlo. Y no precisamente de flores sin espinas. Así que muchos creyentes después de haber recorrido un pequeño tramo presuponen que pueden exigir que se les tenga en cuenta sus sacrificios, sus dolores, sus esfuerzos. Y demandan un premio. Un consuelo. Hay días que, tú y yo, hacemos esta demanda. Un día en que esperamos recibir el premio que nos habían prometido. Porque sencillamente la espera es la parte más ardúa de la esperanza.
Quizás estemos en ese momento en que tengamos que hablar con Jesús sin pelos en la lengua y decirle lo que hemos hecho por el Reino y lo que esperamos de él porque estamos cansados, porque estamos preocupados, porque nos falta el aliento y la fe.
Para Jesús lo que el Sr. Dios nos ofrece siempre es un regalo. Nunca un derecho. Pero nosotros somos más dados a hablar de los derechos, de las opiniones personales, de los gustos heredados, de las tradiciones recibidas sin ofrecer un espacio a la generosidad. A las acciones de amor sin esperar nada a cambio. A la gracia.
La propuesta de Jesús es a cambiar radicalmente nuestras relaciones. A ser familia. Y esto implica entre otras cosas aceptar la idea de que el sol tiene manchas, pero también tiene luz. Así que tendremos que cambiar nuestra manera de pensar para que cambie nuestra manera de vivir. Y mirar al mundo con los ojos de Jesús y no con los ojos que nos empujan a pensar: Yo soy lo que tengo.
Pero en realidad ni tú ni yo no somos lo que tenemos. Tampoco lo que los demás dicen de nosotros. Tú y yo somos los amados del Sr. Dios. Asi, que nunca olvidéis esto, por favor.
Lectura del evangelio de Marcos 10: 28-31
Pedro le dijo entonces: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Jesús le respondió: Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por causa mía y de la buena noticia, y no reciba en este mundo cien veces más en casas, hermanos, madres, hijos y tierras, aunque todo ello sea con persecuciones, y en el mundo venidero la vida eterna. Muchos que ahora son primeros, serán los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros.
Señor, escucha nuestras palabras
Padre: En este día que comienza tengo dos preguntas: ¿Puedo pedirte que me ayudes a enfrentar con valor y generosidad todas las responsabilidades de las cuales estoy huyendo? Señor, ¿Podré pagar elprecio del discipulado? Jesús, tú nos has asegura que cualquier señal de amor será recompensada, pero a veces me falta la esperanza. Así que en ti confió hoy. Espíritu Santo necesito una fe más profunda antes que llegue la noche. Porque en Jesús nosotros esperamos. Amén
Augusto G. Milián
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