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Mostrando entradas de agosto, 2021

Vencer el mal haciendo el bien

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                                      Pensando en voz alta Las impresiones son los efectos que las personas o que las cosas que experimentamos nos producen en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Son como huellas que quedan en nosotros y que llevamos a donde vamos como si fuera un equipaje. Nosotros somos personas impresionables. Por eso los recuerdos y las tradiciones a veces nos manipulan. Otras veces nos asientan. Nos acallan. Hay impresiones buenas y hay impresiones que nos dejan un mal sabor en la boca. Como el aceite de hígado de bacalao que tomábamos cuando éramos niños. Los discípulos leemos los evangelios cada mañana para crecer en nuestra compresión de Jesús. Leemos para ser como Jesús. Pues un discípulo no es otra cosa que alguien que está dispuesto a aprender y a imitar a su maestro. Los evangelios nos narran que Jesús habla con autoridad y la gente le escuchaba. En otras palabras Jesús tocaba sus corazones. En Jesús no encontramos la separación entre las palabras que

¿Por qué Job me resulta tan familiar?

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                                      La historia del hombre, Job, que hoy comenzamos a leer nos resulta muy familiar para algunos de nosotros. Podríamos decir que es la historia de muchas personas. Es la historia de las ganancias y de las pérdidas. De las alegrías y de las penas. De la solidaridad y del egoísmo. Esta es una historia sobre la vida y la muerte. Y es que muchos de nosotros experimentamos en esta vida pérdidas. A veces de una manera brusca. Otras de una manera lenta. Pero más temprano que tarde las pérdidas tocan a la puerta de nuestro corazón. A medida que cumplimos años vamos perdiendo nuestra juventud y no podemos hacer nada por detener el proceso de envejecimiento. De nada nos sirve las cirugías, las cremas, una alimentación específica o los ejercicios cotidianos. También perdemos nuestros sueños. Si miramos atrás podremos descubrir anhelos que tuvimos y que ya no nos acompañan. Si, las pérdidas forman parte de nuestra vida. La muerte de nuestros padres, los cam

Hoy no

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                              Pensando en voz alta Todas las historias tienen un principio. Todas. Pero con el paso de los años, tú y yo, lo vamos olvidando. Todas las historias comienzan con un encuentro. Pero a medida que nos hacemos mayores estos recuerdos se tornan nebulosos y acabamos por dejarlos abandonados en algún rincón del alma. Los discípulos albergamos algunas creencias. Creemos por ejemplo que somos nosotros los que nos encontramos con el Sr. Dios en algún tramo del camino. Pero esta, en particular, es una creencia errada. En realidad ha sido el Sr. Dios quien salió a nuestro encuentro y nos llamó por nuestro nombre. Y es que el Sr. Dios nos conocía de antemano. Sabía de nuestros nombres ante que nuestros padres nos llamaran por él. Cuando los discípulos se encuentran con Jesús han de estar atento a toda palabra que sale de su boca y a todo gesto. Los discípulos hemos de recordar ese momento, porque es allí precisamente, cuando nuestras vidas comienzan ha cambiar.

José y sus hermanos

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                          Después de tantos años la historia de José sigue tocando nuestro corazón de una manera especial. Quizás porque habla de una familia que en ocasiones se parece mucho a la nuestra. Quizás las angustias de José se parecen un poco a las nuestras. Quizás sus tristezas también. Hoy estamos en la última parte del libro del Génesis. José ya es un adulto. Ha crecido emocional y espiritualmente. Ya no estamos en el capítulo 37 donde José tenía 17 años y era el undécimo hijo de Jacob y su favorito. Aquella era una familia compleja, donde vivían bajo el mismo techo Jacob, sus dos esposas, sus dos concubinas y sus once hijos. Pero también era una familia enferma y llena de secretos. El José que primero se nos presenta es un chico inmaduro, arrogante que ahondaba con sus ilusiones la separación con sus hermanos. Pro ya Uds. saben la historia. Los hermanos pretenden deshacerse de él y dicen que un animal salvaje lo había matado en el campo, cuando en realidad lo habían

Muchas cosas no son como deberían ser

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                            Pensando en voz alta En un mundo ideal nadie sería pobre. Nadie tendría que mendigar un pedazo de pan. Nadie. En un mundo ideal todos recibiríamos lo que necesitaríamos para vivir con dignidad porque todos seríamos capaces de compartir con los demás de lo que poseemos. Pero esto sólo es posible en un mundo idealizado. En un mundo romántico. Sin embargo ya no somos niños y sabemos que en el mundo real, en que vivimos tú y yo, no pasa así. De hecho el mundo en que respiramos y vivimos la mayoría de las cosas no son como deberían ser. En el mundo que caminan los discípulos el dinero y las riquezas se han convertido en un escollo. Es un mundo egoísta e injusto. Por eso el Reino de los cielos se ha erigido en una especie de cúspide de difícil acceso e inalcanzable. Sobre todo para los que tienen mucho atesorado en su exterior. Para los que no son capaces de extender sus manos. Para los que se quedan sin palabras frente a la elección cotidiana de elegir   en

Cuando el pasado es una carga

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                              Hoy hemos leído una historia triste. A nosotros no nos gustan las historias con finales tristes. A pesar de que muchos de nosotros tenemos algunas historias tristes que podemos contar en esta mañana. Un cristiano con una espiritualidad adulta no va negando la realidad que vive. No intenta dar   una imagen ideal de su vida sino que puede relatar sus luchas, sus temores y caídas. Una espiritualidad madura   muchas veces se traduce en aceptar la familia en que hemos nacido, el país donde vivimos, la iglesia donde hemos crecido y el mundo en el que el Sr. Dios nos pone delante de los ojos. Pero el pasado tiene un poder sobre nosotros que a veces nos esclaviza y nos condiciona nuestra manera de vivir el aquí y el ahora. Muchas veces nos vemos diciendo palabras que no son nuestras y que dijeron nuestras abuelos o nuestros padres. Pero nuestro mundo no es el mundo de nuestros abuelos ni de nuestros padres. Es un mundo diferente. Cuando en las Escrituras se

Vivirá para siempre

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                                      Hoy es el duodécimo domingo después de Pentecostés, y nuestro texto para la predicación es Juan 6: 51–58 . Durante varios domingos de este mes se va leyendo el capítulo 6 del evangelio de Juan, en torno al milagro de la multiplicación de los panes y peces, en el cual todos pudieron comer. Este milagro es el único que se relata en los cuatro evangelios, e incluso se habla de dos ocasiones en las cuales Jesús hace el milagro (Mateo y Marcos hablan de dos milagros de multiplicación de los panes [ Mt 14: 13–21; 15: 32–39; y Mr 6: 30–44; 8: 1–10 ]). Esto muestra la gran importancia que tiene la señal de la alimentación de mucha gente, que conduce a las palabras de Jesús en el evangelio de Juan, que dice “Yo soy el pan que da vida” ( Juan 6: 35 ). ¿Cómo se entendía este milagro por parte de las comunidades cristianas del siglo I y siglo II, cuando escuchaban este texto del evangelio, en sus reuniones? Pues se entend

Una invitación provocadora

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                                      Pensando en voz alta En memoria de Olguita Collado Vivo en una geografía donde la muerte es un tabú. Apenas   podemos balbucear sobre ella.   Y cuando lo hacemos es desde la teoría, o desde los mitos, o desde las creencias. Hablamos de la muerte con susurros.   Como si viviéramos en la oscuridad. Por eso la muerte nos sigue asustando. Y es que en realidad no sabemos que hay del otro lado del velo cuando dejamos de respirar. Cuando   los hombres y las mujeres hablan sobre el fin de la vida, y es que el fin siempre llega, más tarde o más temprano, nos produce un nudo en la garganta y un dolor intenso coloniza nuestro pecho. Si, la muerte nos hace llorar. Los discípulos no entienden por qué Jesús muchas veces habla sobre ciclos botánicos o agrícolas. ¿Por qué habla sobre la muerte con tanta insistencia? No son capaces de ir más allá de los conceptos de semilla, de tierra, y de cosecha. Por eso preguntan constantemente a Jesús porque les enseña m

No soy mejor que mis padres

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                  Hoy es el undécimo domingo después de Pentecostés, y nuestro texto para la predicación es 1 Reyes 19: 4–8 . Se trata de un fragmento del llamado “ciclo del profeta Elías” ( 1 Reyes 17–21 ). Y es un fragmento donde vemos al profeta hundido en la derrota absoluta, al punto que sólo desea morirse y por eso le pide a Dios que le quite la vida, y añade: no soy mejor que mis padres .   Hablaremos entonces de la depresión de Elías, el gran profeta de Dios. Veremos cómo en la Biblia aparece la depresión y los deseos de suicidio, los deseos de la propia muerte, cuando se está hundido en la derrota, en el fracaso absoluto. Y veremos que la respuesta de Dios consiste en darnos una misión, en ponernos una tarea por cumplir. Recordemos primero la circunstancia en la que está el profeta Elías: hay un llamado del profeta para volverse a Dios, que le dirige al rey de Israel, al rey Ajab, porque todos se habían olvidado del pacto con Dios y habían lev