Porque todo Robinson necesita de un Viernes
Hay que encender una luz en la oscuridad
En esta mañana más que preguntas quiero ofrecer algunas respuestas a nuestras maneras de relacionarnos entre nosotros.
Porque en el camino diario, donde nos tropezamos con los cardos y con los espinos, se nos olvida que las otras personas también quieren ser estimadas, también quieren ser valoradas, también quieren ser queridas. Y es que no conozco a nadie que se niegue a ser amada. Y es que todo Robinson necesita de un día llegue un Viernes.
Porque atesoro algunas experiencias de los dos últimos años de pandemia es que puedo afirmar sin pelos en la lengua que somos hombres y mujeres débiles. Pero esto es algo que ya sabíamos, o al menos intuíamos, pero que lo intentamos disimular con todo nuestra alma, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón. Y esta debilidad también afecta nuestra manera de relacionarnos los unos con los otros.
Porque Jesús habla a sus seguidores y les pide determinado comportamiento hacia los demás. Les pide, por ejemplo, que sean contraculturales. Porque Jesús no es un utilitarista que albergue la sospecha que si nosotros invitamos a comer a una persona está ha de pagarnos con otra invitación a comer. Y es que en las formulaciones de Jesús el Sr. Dios siempre está presente. Siempre. Y los creyentes no estamos solos. No, no lo estamos. Y urge poner en nuestras interacciones un poco de amor, tan sólo un poco de amor, como hemos de poner en el mundo un poco de sal y un poco de luz.
Porque tarde o temprano tendremos que reconocer que todo lo bueno y duradero nos ha venido de lo alto, incluso la familia, incluso los amigos, incluso los hermanos de ese barco que llaman iglesia. Porque necesitamos a los demás para vivir nuestra vida aquí y ahora. Porque la soledad y el desamor nos duelen. Y mucho. Y porque ya nadie es una isla es que a ti y a mi, Jesús nos habla con el corazón en la mano.
Lectura del evangelio de Mateo 7,12
Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.
¿Quién escuchará mis palabras?
Padre: Hago una oración porque necesito en este día que comienza restaurar mis relaciones, curar mis heridas y tratar con respeto a los demás, si es que aspiro a ser restaurado, a ser curado y a ser respetado. Pero esto no puedo hacerlo con mis propias fuerzas. No, no puedo. Espíritu de Dios no permitas que me canse, que me dé por derrotado, que la buena noticia de hoy sea que puedo persistir con tu fuerza y tu consuelo de modo que pueda poner en práctica lo que me dicen las Escrituras. Si, que yo no tenga que esperar para amar a Dios y amar al prójimo mañana, sino hoy. Ahora. Que el polvo del camino de Jesús caiga sobre nosotros. Amén
Augusto G. Milian
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