Un corazón lleno de huellas
Hay que encender una luz en la oscuridad
Crecí escuchando himnos cristianos. Algunos me acompañaron cuando crucé el océano Atlántico. Algunos los sigo cantando. Entre ellos hay un viejo himno que lleva por título Brilla en el sitio donde estas. Pocas personas saben que fue escrito por una mujer llamada Ina Duley Ogdon. Su mensaje es muy sencillo: no hay que esperar para hacer grandes actos, sino que hay que brillar en el lugar donde se está, de manera sencilla; porque nunca sabes a quien puedes alumbrar.
En nuestra cultura se le da mucha importancia a la riqueza, al poder y al control de unos sobre otros. Como si estas cosas nos garantizaran la felicidad. Pero nuestra cultura está errada en muchas cosas. En la tradición reformada se nos enseña que Jesús utiliza pequeñas conceptos de la vida cotidiana para enseñar valores más profundos. Valores que nos sirven para respirar y vivir en medio de nuestra realidad. Valores para vivir el aquí y el ahora.
Jesús hablaba de la sal y de la luz. Jesús hablaba de nuestra influencia. En primer lugar podríamos recordar que la comida es preservada con sal. Es un conservante. Y la sal también añade sabor al alimento. Pero su acción está escondida. Está disuelta entre otros tantos elementos. Así que como sal de la tierra, los cristianos, podemos ser eficaces en llevar sabor a la vida de nuestros familiares y amigos.
Y en segundo lugar, la luz nos permite ver, porque saca de la oscuridad todo lo que nos rodea. Si, la luz nos ayuda a apreciar lo que es bueno y lo que es hermoso en este día. La luz nos alerta de los escollos y de los espinos que hay en el camino. Sin luz no habría vida. Sin luz no tendríamos esperanza.
Cuando Jesús nos pide que seamos de una buena influencia, en realidad nos está pidiendo que seamos un componente diferente en nuestras comunidades, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras universidades. Que seamos distinto a lo que espera la cultura imperante. Porque simplemente cuando un creyente no se preocupa de los otros, es una persona carente de influencia, buena si, quizás, pero sin nada que ofrecer. Sin nada que cambiar. Sin nada que mejorar.
Crecí escuchando himnos cristianos. Algunos los recuerdos. Otros no. Pero una cosa no olvido: tengo un corazón lleno de huellas. Huellas de las personas que se acercaron a mí y encendieron una luz en medio de mis oscuridades. Personas que hicieron uso de la compasión y del perdón allí donde estaban y me rescataron, porque estaba perdido.
De esos hombres y mujeres tengo hoy memoria. A ellos les digo: ¡Gracias!
Lectura del evangelio de Mateo 5, 13ª, 14ª
Vosotros sois la sal de este mundo. Vosotros sois la luz del mundo.
¿Quién escuchará mis palabras?
Padre,
Gracias por este nuevo día. Hoy dejaré que el mensaje de Jesús brille a través de mis palabras y de mis acciones. Porque ahora sabemos que tu gracia ilumina tanto al que da como al recibe. Espíritu de Dios muéstrame el camino para brillar donde quiera que me lleven mis pasos. Y muéstrame las palabras precisas para poner bondad, para ofrecer paz y demostrar amor en medio de mis circunstancias. Porque en Jesús nosotros confiamos. Amén.
Augusto G. Milián
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