Como hace el agua con el fango


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que me escuchan en la distancia. Buen martes para los que escuchan cerca. Cada amanecer es un regalo, pero a ti y mí se nos olvida.

Dicen que Jesús habló alto y claro en la sinagoga de Nazaret. Muchas de palabras que pronunciamos o escuchamos han perdido su valor. Y la mayoría de las veces desconocemos su significado. Pero esas mismas palabras nos rodean como una riada. Están en las vallas comerciales, en los libros, en los editoriales de prensa, en los podcasts, incluso en las homilías dominicales y muchas de ellas tienen algo en común: ya no nos dicen nada. Nada.

Dicen que Jesús habló alto y claro en la sinagoga de Nazaret. Y entonces llega el primer domingo del mes y está la mesa con pan y vino delante de usted y de mí y escuchamos esas palabras que nos cuentan una historia, que nos alertan, que nos invitan a ser agradecidos. Y como las hemos escuchado tantas veces, ya casi no nos dicen nada. Ya no nos impresionan.

Dicen que Jesús habló alto y claro en la sinagoga de Nazaret. Pero las palabras, las que escuchamos y las que pronunciamos son importantes. ¿Recuerdan cuando Jesús hablaba, mientras caminaba hacia Emaús y explicaba las Escrituras, sus acompañantes sintieron un ardor poco cotidiano en sus corazones? ¿Qué es lo que quiero decir? Que las palabras no sólo nos pueden instruir, o hacernos recordar, sino que también crean una realidad. Nos abren los ojos. Nos empujan a rehacer el camino.

Dicen que Jesús habló alto y claro en la sinagoga de Nazaret. Las palabras de Jesús hacen presenta al Sr. Dios en un mundo que intenta esconderlo. Las palabras de Jesús hacen visible al Dios invisible, hacen hablar al Dios silencioso, que usted y yo creíamos conocer.

Dicen que Jesús habló alto y claro en la sinagoga de Nazaret. Muchas de las palabras que pronunciamos y escuchamos han perdido su valor. Pero otras no. Y sería bueno reconocerlo ahora, que comienza el día. Hay palabras que llegan y nos sanan, y nos curan, y nos limpian. Como hace el agua con el fango.

Dicen que Jesús habló alto y claro en la sinagoga de Nazaret.

Lectura del evangelio de Lucas 4, 18-19 (BLP)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a liberar a los oprimidos y a proclamar un año en el que el Señor concederá su gracia.

¿Quién me acompañara en una oración? ¿Quién?

Ayúdame a hacer silencio, Señor, porque quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, y llévame al desierto, porque necesito escuchar tu voz. Ayúdame a hacer silencio porque si yo hablo no puedo escuchar tu voz. Amén. Augusto G. Milián

 

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