Y Robinson Crusoe lo sabe
Hay que encender una luz en la oscuridad
Buen martes para los que me escuchan en la distancia. Buen martes para los que escuchan cerca. Cada amanecer es un regalo, pero a ti y mí se nos olvida.
Ahora las horas de luz son menos. Y nos aquietamos por dentro y por fuera. Y es que se acerca el Adviento sin tanto toque de tambor. Si, Adviento es una buena estación para degustar la soledad.
Pero la soledad tiene mala prensa en nuestro mundo. La soledad impuesta nos endurece y Robinson Crusoe lo sabe. La soledad aceptada nos transforma. Es como un horno donde se cocina lo que estaba crudo. Sin la medida adecuada de soledad seguimos siendo zarandeados por los vientos culturales. Jesús entró en ese horno.
Cuando nosotros decidimos optar por la soledad, sea poca o sea mucha, lo que estamos diciendo es que no tenemos que ser esclavos de esa voz tan forana que nos empuja a ser eficaces siempre, que nos predica que hay que quedar bien con todo el mundo. Como si eso fuera fácil. Cuando abrazamos la soledad, tampoco tendremos que estar a la defensiva las veinte cuatro horas del día como si fuéramos una muralla ni a buscar el ser queridos como si en ellos nos fuera la vida. Y es que, en medio de la soledad, tú y yo, es que podemos llamar por su nombre a nuestras fortalezas y a nuestras flaquezas.
Jesús nos enseña a utilizar la soledad para deshacernos de esos andamiajes que nos hemos construido para no sentir miedo. Como si el no experimentar el miedo nos hiciera mejores personas. En realidad, el miedo siempre llega, estemos solos o acompañados, seamos ricos o pobres, tengamos salud o estemos enfermos. Porque lo que hace la soledad por nosotros es que nos desnuda, nos hace vulnerables, nos rompe y es en estas condiciones es que nos damos permiso para decir: ¡Sr. Dios ayúdame! No antes.
Si usted no tiene un desierto, entonces usted tendrá que construir uno. Una especie de geografía donde acudir cuando estamos herido, donde respirar, donde quitarse el polvo del camino. Un espacio para decir lo que no nos atrevemos hablar en voz alta. Un ámbito donde decir gracias cuando queremos llorar.
¡Bienvenidos al Adviento!
Lectura del evangelio de Lucas 5,12
Por aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios
¿Quién me acompañara en una oración? ¿Quién?
Padre eterno. No es arduo sobrellevar la sensación de soledad o el de estar lejos de las personas que queremos. Espíritu Santo, danos fuerzas para enfrentar este sentimiento y no permitas que sea yo quien cree mi propia isla con un mal carácter, o falta de empatía o indiferencia por los demás. Jesús, nosotros te esperamos. Amén. Augusto G. Milián
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