El que espera lo inesperado
Hay que encender una luz en la oscuridad
Buen martes para los que me escuchan desde lejos. Buen martes para los que escuchan desde cerca. Cada amanecer es una nueva oportunidad, pero a ti y mí se nos olvida.
¡Ven pronto, que te esperamos! Este es un mensaje para los que aguardan Para los que llevan mucho tiempo esperando por un poco de alegría. Por una buena noticia entre tanto dolor. Es para los que mantienen expectativas de que lo que se ha prometido se cumpla. Es para los discípulos que necesitan calentarse por dentro y por fuera. Es para los que pueden escuchar lo que el Espíritu Santo nos musita. Estas son palabras para enfrentar el invierno que ahora llega.
¡Ven pronto, que te esperamos! El discipulado cristiano poco tiene que ver con la autoridad no merecida ni con las fortalezas que adquirimos en una transacción y que la cultura imperante nos dice que necesitamos como si fueran un perfume o un coche. El discipulado cristiano, es sobre todas las cosas, el estar disponible para reaprender lo nuevo, aunque cueste, aunque sea arduo, aunque nos quedemos solos. Pero hay que reaprender una y otra vez hasta que el corazón de piedra se haga pedazos.
¡Ven pronto, que te esperamos! El discípulo de Jesús es el que escucha aun en medio de los ruidos, es el que ora cuando los demás afirman que las cosas siempre se han hecho así, es el que se da porque sabe que dar puede cualquiera, es el que sana porque ha aprendido que herir es lo más fácil, es lo común.
¿Quién es un discípulo? El que espera lo inesperado y que lo reconoce cuando llega. ¡Ven pronto, que te esperamos!
Lectura del evangelio de Lucas 1, 68-75
¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que ha venido a auxiliar y a dar la libertad a su pueblo! Nos ha suscitado un poderoso Salvador de entre los descendientes de su siervo David. Esto es lo que había prometido desde antiguo por medio de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y del poder de los que nos odian, mostrando así su compasión con nuestros antepasados y acordándose de cumplir su santa alianza. Y este es el firme juramento que hizo a nuestro padre Abrahán: que nos libraría de nuestros enemigos, para que, sin temor alguno, le sirvamos santa y rectamente en su presencia a lo largo de toda nuestra vida.
¿Quién me acompañara hoy en una oración? ¿Quién?
Señor y Dios: ahora que el día comienza a ti te hablamos, derrama tu gracia sobre nosotros, porque en las promesas hemos creído y al Mesías esperamos. Amén. Augusto G. Milián
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