Para que el camino sea soportable
Hay que encender una luz en la oscuridad
Buen martes para los que me escuchan en la distancia. Buen martes para los que escuchan cerca. Cada amanecer es una nueva oportunidad, pero a ti y mí se nos olvida.
Hay días con niebla. Y no hablo de ese fenómeno natural que esconde a la ciudad donde vivo en diciembre. No. Hay días fríos. Y no me refiero al frío de afuera, sino del de adentro, el que nos paraliza. Hay días que no sabemos por qué nos alejamos de lo que conocemos y de la gente que amamos. O sí lo sabemos, pero no lo queremos decir en voz alta para que nadie se sienta herido. Cuando en verdad los heridos somos nosotros.
Jesús cuenta pequeñas historias para que usted y yo entendamos como salir el camino. Para que el camino sea soportable a los discípulos. La oveja que se extravía y el pastor que sale a buscarla es una de ellas. Es una historia que parece tener un final feliz. Como esos finales que tanto nos gustan.
Pero esta pequeña narración contiene una buena noticia para hoy. Y es que hay etapas en nuestras vidas que no podemos superar por nosotros mismos, que no importa cuántas lo intentemos, porque al final necesitaremos de una ayuda externa. Si, usted y yo, necesitamos de Jesús. Porque nos hemos ido lejos y no sabemos cómo regresar.
Si en estos días, de niebla y frío, alguien me dice que pida un deseo, yo pediría el ser encontrado.
Lectura del evangelio de Lucas 15, 3-7
Jesús entonces les contó esta parábola: ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja en el campo las otras noventa y nueve y va en busca de la que se le había perdido? Cuando la encuentra, se la pone sobre los hombros lleno de alegría y, al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: ¡Alegrénse conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido! Pues yo os digo que, igualmente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse.
¿Quién me acompañara hoy en una oración? ¿Quién?
Tú, Señor, sólo tú, mantienes nuestra lámpara encendida. Tú, Espíritu Santo, iluminas nuestras oscuridades. Jesús, a ti te esperamos. Amén. Augusto G. Milián
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