Las palabras que repetimos
Hay que encender una luz en la oscuridad
Buen martes para los que me escuchan desde lejos. Buen martes para los que escuchan desde cerca. Cada día es un regalo, pero a usted y yo lo hemos olvidado.
Algunas personas vienen y me dicen en voz baja, para que nadie los escuche, que el sufrimiento es bueno. Que nos endurece por dentro y por fuera. Que es la manera que utiliza el Sr. Dios para saber de nuestra fidelidad. Pero yo no asiento, me quedo en silencio. No comparto este criterio. En realidad, sufrir no nos hace mejores personas ni nos lleva una geografía apacible.
Hay enfermedades que duran mucho. El texto bíblico de esta mañana nos habla de algo así. Hay un hombre enfermo por mucho tiempo. A penas se puede mover. Y Jesús le hace una pregunta para la que todos nosotros tenemos una respuesta obvia. Pero lo que nos sacude es por qué Jesús querría curar a este hombre. ¿Para demostrar que el Sr. Dios es bueno? ¿Para acrecentar su autoestima? No y no. Jesús seguirá siendo Jesús a pesar de nuestras negaciones y de nuestros temores.
Para nuestro escándalo Jesús es sensible. Y es sensible porque se conmueve ante la adversidad de los demás. Antes sus dolores. Porque tiene la vocación de ponerse en lugar de los otros. Es sensible porque no se atrinchera en el sufrimiento sino en el alivio. Es sensible porque hace preguntas.
Generalmente, a nosotros las preguntas que hace Jesús nos molestan. Nos asombran. Pero frente al hombre que lleva enfermo tanto tiempo tienen sentido. Jesús quiere saber si él se ha dejado domesticar por el dolor o es un inconforme. Si ha hecho de la impotencia un estilo de vida o quiere cambiar sus circunstancias. Jesús pretende saber lo que el enfermo se dice a sí mismo.
Son las palabras que nos repetimos una y otra vez las que hablan más alto sobre nosotros mismos que nuestras declaraciones de fe. Pero cada uno de nosotros vive circunstancias diferentes. Cada uno de nosotros sabe lo que le duele, lo que le falta, lo que le asusta.
Llego a este día con tres certezas: necesitamos de alguien que nos ayude a levantarnos cuando los días son malos, precisamos de personas que nos hagan preguntas y si vamos a pedir, alguna, debería ser que el sufrimiento no haya hecho un nido en nuestros corazones y se quede a vivir allí.
A ti te pregunto: ¿Puedo hacer algo por ti en este día de comienza?
Lectura del evangelio de Juan 5, 5-6
Había entre ellos un hombre que llevaba enfermo treinta y ocho años. Jesús, al verlo allí tendido y sabiendo que llevaba tanto tiempo, le preguntó: ¿Quieres curarte?
¿Quién me acompañara en una oración? ¿Quién?
Padre: Ahora que comienza el día mis palabras son cortas: Hágase tu voluntad y no la nuestra. Amén ///. Augusto G. Milián
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