La cuestión de la parálisis


Manos que curan cuerpos dolientes. T.3
Marcos 2: 1-12

Hay una pregunta que quizás nos estemos haciendo o que hoy podemos hacernos: ¿Cómo un texto-representativo del NT puede hacernos participes de la idea que tenía Jesús sobre la sanidad y la enfermedad? ¿Pueden los textos del NT ayudarnos a enfrentar nuestros temores con la muerte y las enfermedades? ¿Pueden las historias de Jesús ayudarnos a superar los miedos, la tristeza y la desesperanza?

Los evangelios están llenos de pasajes donde la lucha entre el bien y el mal, entre la salud y la enfermedad, entre la vida y la muerte ocurren en los cuerpos de los hombres y las mujeres y los niños. Es a partir del cuerpo humano que nosotros establecemos símbolos para enfrentar nuestro día a día. Es a partir de un texto que podemos hacernos algunas ideas o aclarar ciertas dudas.

En los tiempos de Jesús las enfermedades, la miseria y la exclusión estaban estrechamente vinculadas con la espiritualidad de los que la padecían. Para algunos de nosotros esto sigue siendo así. Lo que nos sucede, de alguna manera, está relacionado con el tipo de relación que llevamos con Dios. P. e, cuando alguien sufría lepra, era el sacerdote quien dictaminaba si la persona era limpia o impura y las lesiones en la piel eran una muestra evidente del castigo divino. Así que para el judeo-cristiano hay una comprensión profunda de la relación de enfermedad-pecado. Se enfermaban lo que llevaban una vida desordenada y alejada de los preceptos del Sr. Dios. Pero Jesús interrumpe este ciclo y nos  muestra que no siempre las cosas son como nosotros creíamos.

¿Qué nos dice el texto de hoy? Algunas cosas no son como nosotros creíamos. Si seguimos la lógica circunstancial este hombre que está paralítico cobre una camilla ha cometido un pecado. Pero no sabemos qué pecado es. El pecado nos resulta invisible. Lo que si podemos apreciar es su parálisis. Su dolencia es visible.

Si el presupuesto bíblico es que la enfermedad es una violación de la Ley entonces podríamos decir que el retorno a la obediencia sería suficiente para que la persona enferma se curase. Pero en este texto no se nos dice si la persona paralítica se ha arrepentido o se ha convertido, utilizando una palabra de la jerga evangélica. Se habla más de los esfuerzos de sus amigos, de la fe de sus amigos que del propio enfermo.

Creemos que el pecado y todo lo que esto conlleva sólo puede ser perdonado por el Sr. Dios o por su representante mediante una palabra o un gesto. Naaman necesito lavarse siete veces en el río Jordán, Job necesito confiar. El perdón se nos hace imprescindible para poder superar el mal, la dolencia o la desobediencia. Solo el Sr. Dios o su representante pueden perdonar y hacer posible la restauración del enfermo de una manera personal o social. Cuando una persona es sanada es un testigo del perdón  y de la superación de la enfermedad.

Volvamos al texto. Un hombre estaba enfermo de parálisis y, por sí mismo nunca hubiera podido llegar hasta allí, porque yacía en una camilla. Los otros cuatro venían sosteniendo los extremos de la camilla. Pero una vez llegados a la casa, no podían entrar a causa de la multitud, que bloqueaba las puertas y ventanas. Así que acometieron la tarea de levantar parte del techo encima de donde Jesús estaba y descendiendo por allí llegaron ante Jesús y debieron avergonzarse por haber perturbado la reunión. Aunque no sabemos qué estaba enseñando Jesús en ese momento, imaginémonos el impacto producido sobre los numerosos asistentes a aquella reunión, bruscamente interrumpida. Pero estoy casi seguro de que el Señor debe haberles mirado y sonreído. Veamos su reacción leyendo el versículo 5: Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

¿La fe de quien? ¿Del enfermo? No, fue la fe de aquellos hombres. La de los amigos. Estas palabras nos pueden perturbar, pues se nos ha dicho que para sanarse hay que tener fe. Pero Jesús admira la fe de los otros no la del enfermo.  Y como respuesta Jesús pronunciado las palabras Tus pecados te son perdonados.

Al examinar esta escena más de cerca, comprobamos que no fue la fe de aquellos cuatro hombres la que salvó a aquel enfermo. La frase viendo Jesús la fe de ellos se refiere a su fe al traerle a Jesús el paralítico. Cuando El vio esta actitud, entonces se ocupó personalmente de aquel hombre. Y el estar paralítico no era mayor de los problemas.

Pensando en las personas que en la actualidad profesan el cristianismo, creo que necesitaríamos disponer de mas portadores de camillas, es decir, de hombres y mujeres con esa medida de fe para salir a buscar a los sufrientes, para que puedan oír la buena noticia. Hay muchas personas hoy que están sufriendo los efectos de la parálisis del pecado; o están paralizados por la indiferencia o por prejuicios. Hay muchísimas personas que no van a acudir a una iglesia o a ningún otro lugar donde se predique el Evangelio , a menos que otros que tienen una verdadera fe, les traigan a Jesús.

Pero este incidente traería reacciones. Leamos los versículos 6 y 7: Pero estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Está blasfemando; ¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?

Allí estaban también los opositores, que no expresaron su desaprobación sino que simplemente lo pensaron.

Continuemos leyendo el versículos 8 en adelante: Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esa manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? ¡Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Hemos comenzado con una pregunta y quizás podamos acabar con otra¿Por qué  Jesús le dijo al paralítico que recogiese su camilla y se fuese? fue que aquel enfermo que había sido sanado, no tendría una recaída. No estaría ya más sobre aquella camilla porque, a partir de aquel momento, no la necesitaría, porque caminaría normalmente, como los demás.


Restaurados.








Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico