La enfermedad es como un retorno


La salud y la enfermedad en las Escrituras
Tema 2

Si no has leído el libro de Job, te has perdido gran parte de la lógica espiritual judía sobre el dolor y el sufrimiento. No les voy a contar la historia, pero en resumen a Job le tocó pasar calamidades, perdió sus bienes, sus servidores, a toda su familia e incluso sufrió de una herida que le llegaba desde la planta de los pies hasta la cabeza. La explicación que el libro da a todo lo que le ocurre a Job, es que el enemigo del hombre y las mujeres lo tienta por medio de la prueba y el sufrimiento para hacer que reniegue y maldiga a Dios.
El relato cuenta que él intentó buscar respuestas, todas ellas sin maldecir a Dios, pues Job sabe que Dios es bueno. Entre su pena, desolación, confusión y enojo lanza piedras para todos lados sin encontrar la consolación, con alguna idea lógica que le llenara el corazón. Incluso unos amigos acudieron a él para consolarlo, pero no hubo nada que ellos pudieran decir que calmara su pesar y que pudiera explicar todo lo que le estaba ocurriendo. Escuchemos lo que dice el texto
Al divisarlo de lejos, no lo reconocieron. Entonces se pusieron a llorar a gritos, rasgaron sus mantos y arrojaron polvo sobre sus cabezas. Después permanecieron sentados en el suelo junto a él siete días y siete noches sin decir una sola palabra, porque veían que su dolor era muy grande (Job 2, 12-13).
Me imagino que os ha pasado que el sufrimiento inexplicablemente golpea la puerta de  nuestra vida, dejando incluso sin palabras a los que están cerca. Nadie, ni los amigos, ni tú, ni tu fe logran conjugar con una explicación lo ocurrido, y la desesperanza y angustia comienzan a brotar en medio del corazón. Frente a esta situación llegan las dudas y tiembla la fe.
La historia es desconcertante en sus primeros capítulos, sobre todo porque aparentemente Job no merecía nada de lo que le estaba pasando; muy por el contrario, lo que Job realmente merecía es la bendición y prosperidad que vienen de la mano de Dios. 
Les propongo que hagamos algunas observaciones sobre el dolor y el sufrimiento teniendo a Job como guía.

1. Mirar a Job desde otro tiempo, el de Jesús

En lo personal, me gustaba mirar el libro de Job. También nosotros nos quedaríamos sentados entre las cenizas sin hacer nada más. Quedarnos ahí, sufriendo, mirando las heridas, sintiendo dolor y esperando a que de alguna manera todo pase o, peor aún, pasar así hasta que llegue el fin. Esa actitud cristiana de resignación que nos han enseñado con veinte siglos de Escuela Dominical  no nos ha hecho mejores individuos. No nos ha hecho felices. La otra opción que aprendimos desde temprano fue a quejarnos como hacían los antiguos, nuestros abuelos, nuestros padres. Pero la queja no resuelve muchos problemas.
Los literalistas han olvidado que Job es un libro de la antigua alianza, y que Jesús vino a hacer nuevas todas las cosas. A nosotros se nos olvida que toda batalla, toda prueba, toda tribulación y sufrimiento fueron expuestos en la Cruz y desterrados de nuestra vida para siempre. Algunos dicen que fueron echados al fondo del mar.
Muchas veces vivimos como si Jesús no nos hubiera salvado, o peor aún, que su salvación es solo una cosa que ocurrirá al final de nuestros días y que afecta solo a la dimensión espiritual de nuestras vidas. Job no tenía un Jesús a quien mirar. Nosotros sí. Que ningún dolor se robe tu esperanza.
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2. Dios no prueba a nadie

El relato de Job es del Antiguo Testamento, tengamos esto en mente cuando lo leas en tu casa. Porque la dinámica usada por los judíos que todavía no conocían a Jesús para explicar la forma de actuar de Dios es diferente a lo que el Nuevo Testamento nos indica. El texto dice que un día Satanás se presentó ante Dios para hablarle de Job, asegurando que si lo tentaba este iba a blasfemar contra Él. Dios lo permite para fortalecer la fe de Job. Es importante leer esta historia desde una perspectiva espiritual y no tanto como un acontecimiento histórico. Dios no juega a las apuestas, no experimenta con nosotros como un niño jugando con un gusano de seda. 
Como dice el apóstol Santiago: Ninguno, cuando sea probado, diga: Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie (Santiago 1, 13), El Sr. Dios no pretende medir lo fuertes somos para ver si tenemos valor o no. Eso sería menospreciar a Jesús.  Si creemos que lo que nos ocurre Dios lo quiere, entonces cabe pensar que dentro de las posibilidades está que Dios quiere que reprobemos, que no pasemos, que no seamos capaces. ¿Tú crees que Dios querría algo así?.
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3. Dios no existe en función de ti ni de mi.

Aquí puede yacer una idea que nos puede confundir, de hecho muchos a lo largo de la historia de la iglesia se han confundido, pues han tenido la impresión de que Dios existe está para que nosotros le ayudemos a ser Dios y pretenden utilizarlo para sus fines personales. Durante muchos años me veo a mi mismo fabricando proyectos planes para presentarlos a Dios y añorando su “hágase”.
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4. No todo tiene una explicación, mas todo es portador de un propósito

Hay dos preguntas que podemos hacer de cara a una crisis que llega a nuestra realidad: ¿por qué? o ¿para qué? Por este tipo de preguntas se hacen con el corazón intranquilo. Primero hay que enfrentar los duelos con calma. Descubrir los propósitos de Dios no es un asunto de un par de minutos orando y esperar que la solución caiga del cielo.
Hay cierta eclesiología que aboga por el sufrimiento. Pero las Escrituras cuentan otra cosa, dicen que el Sr. Dios quiere lo mejor para ti. Ahora nosotros podemos creerlo o no. Pero sin duda hay que caminar por el desierto y escuchar aullar al viento) A veces Dios habla a través del viento.
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5. No anestesies tus dolores

Eso de tapar la boca con una almohada al dolor es parte de nuestra cultura. Está muy dentro de nosotros. En realidad nos incomoda ver gente sufrir, y por ello lo más cómodo es hacerla invisible. Si el dolor es nuestro lo escondemos, lo marginamos. Quizás no nos sepamos de memoria los Dios Mandamientos, pero eso de la procesión se lleva por dentro lo hemos aprendimos antes de saber andar.

Job se sienta en el suelo, se corta el pelo al cero y se pone ceniza en señal de duelo, Job no entiende nada. Se sienta a sufrir, a dolerse de sí mismo. Nosotros en cambio, intentamos pasar rápidamente de nuestros dolores como si fuera cambiar una canción en nuestros teléfonos móviles y si después de 3 ó 6 meses de duelo, alguien sigue triste les decimos: anda, ya es tiempo de superarlo,  o tienes que ser fuerte, a seguir adelanteQuerida iglesia, cada uno tiene su tiempo y hay que respetarlo.

Job nos muestra que hay una manera de sufrir con dignidad, a vivir el dolor dejándose acompañar, a no esconder los sufrimientos, a pedir ayuda y sentirse perdido cuando no se encuentran las respuestas.
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6. Restauración.

Perdonen el spoiler  por si no has leído el libro, pero la historia termina en que Dios restaura la vida de Job, viendo que luego de sufrir y aceptar ese sufrimiento sin maldecir.
Job forma una nueva familia. Y aquí hay una idea que no se nos puede escapar es el mismo Dios quien va decir cosas buenas de ti y te va a devolver incluso más de lo que tenías antes. Pero aquí no estamos frente a un trueque espiritual como algunos proponen. Sabemos que en la economía espiritual de los cristianos reformados no existe la meritocracia; todos los méritos son de Jesús e incluso aun cuando hacemos las cosas bien, no deberíamos esperar nada de Dios. Hoy mejor que otro día nosotros confesamos la sola gracia.
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