No hay nada nuevo bajo el sol
Intervención en la Mesa Redonda. ADIA
1. La expresión Inteligencia Espiritual parece haberse acuñado
recientemente pero ya la encontramos en la Carta de S. Pablo a los Colosenses 1,
9: "...pedimos a Dios que alcancen
el pleno conocimiento de su voluntad, mediante dones de sabiduría y
entendimiento espiritual. Desde vuestra perspectiva cristiana protestante,
¿en qué consistiría esa inteligencia espiritual?
Buenas noches y no hay
nada nuevo bajo el sol.
El texto que se cita del
NT es una oración de petición al principio de una carta. Pablo está orando para
que los cristianos de la ciudad de Colosas, hoy Turquía, tuviesen conocimiento moral y ético en medio
de las circunstancias que vivían, que
supiesen cual es el plan de Dios para sus vidas y finaliza la oración, pidiendo
que tuviesen la capacidad de entender cual es su lugar en una relación con
Dios.
Respondiendo a tu pregunta creemos que hay
algo más profundo que nuestra mente; algo que va más allá del afecto y la
emociones; algo más poderoso que la voluntad y es la existencia del espíritu en
nuestro mundo interior y que se manifiesta de manera integra en nuestra
espiritualidad
Así que de manera concisa podríamos
afirmar que la inteligencia espiritual es la facultad de conocer y reconocer las
cosas que ocurren fuera de nuestro mundo material, de captarlas, de formarlas,
de acomodarlas y de comprenderlas en medio de nuestra fe. Creemos que un
cristiano con inteligente espiritual es una persona sabia, una persona dotada, una
persona que se pone en servicio de los demás y por último que es una persona instruida.
Por tanto los cristianos afirmamos que la inteligencia espiritual es la
facultad que nos da el Espíritu Santo para que nuestra mente espiritual
comprenda a Dios y las cosas de Dios
Hay una terminología usada en las
escrituras cristiana que muchos lectores pasan por alto cuando la leen y que
quizás nos ayuda a entender este concepto. La terminología es “niños en la fe”. Los niños en la fe en las
iglesias son aquellos hombres y mujeres que se entretienen en los celos, en las
contiendas, y buscan las disensiones continuamente. En un ambiente así; no
podemos hablar de la inteligencia espiritual. Y es que en un clima de luchas
por el poder o prejuicios la inteligencia espiritual no se muestra, no
funciona, no existe.
2. ¿Cómo se puede explicar la relación entre inteligencia
espiritual y fe?
Permítanme que como
cristiano protestante recurra a las Escrituras una y otra vez. Nosotros creemos
que en ellas está la vida. Primero haré
uso del NT y después al AT, para explicar lo que es comprender mediante la fe,
dado que para vivir necesitamos comprender lo que pasa a nuestro alrededor. Este
proceso es el abismo que nos separa de los animales. Mis gatos no saben que
viven en el valle del Ebro y que el invierno viene. Nosotros si.
Los hombres y las mujeres
necesitamos comprender nuestros miedos, nuestros dolores, nuestras
preocupaciones; pero también necesitamos comprender nuestra fe, si es que
tenemos fe, para poderla vivir como
personas adultas y no como niños. Comprender espiritualmente es percibir
mentalmente la realidad que nos rodea y donde habitamos. Y esto no es un
proceso fácil ni común. Fácil es
atrincherarnos ante lo diferente, ante lo nuevo. Lo difícil, lo arduo, es a lo
diferente, a lo nuevo decirle: ¡Buenos
días, Espíritu Santo!
Ahora cito las Escrituras griegas Pablo dice en 1
Corintios 2:12 que “nosotros hemos
recibido el Espíritu que proviene de Dios; para que sepamos lo que Dios nos ha
concedido. Creemos que el Espíritu de Dios es esa voz interior que me habla
en medio de una boda y en medio de un funeral. Si tú no sabes lo que Dios te ha
concedido estonces iras dando tumbos de aquí para allá y de allá para acá. Eres
como un bebé que aun no sabe caminar y que se cae, y se levanta y que se da
golpes y que necesita de los brazos de un adulto para mantener el equilibrio.
El profeta Amós, y ahora cito a las escrituras judías, dice: mi pueblo fue destruido, porque le falto
conocimiento. Yo me pregunto, aquí y
ahora, si lo que le faltó a Israel no sería inteligencia espiritual. El que
tiene inteligencia espiritual; entiende las Escrituras; interpreta las
Escrituras; percibe las Escrituras y puede vivir la palabra de Dios con
libertad y compromiso.
La inteligencia espiritual o la
capacidad de entender la realidad desde una experiencia de fe nos asegura la
integridad. Hablo de una integridad holística. Aquí no se trata de hacer uso de
una doble moral en función de nuestros intereses políticos o religiosos. Una
persona con inteligencia espiritual no es un como un niño fluctuante que hoy
quiere esto y mañana ya no lo quiere. La inteligencia espiritual nos asegura la
integridad de nuestras opiniones, de nuestros deseos, de nuestras maneras de
relacionarnos con el Sr. Dios y con nuestros prójimos. Alguien con inteligencia
espiritual no está obligado a practicar el turismo religioso. La inteligente
espiritual nos asegura que no seamos avasallados por las olas de la cultura
imperante. De la inmediatez. De lo superficial. De lo políticamente correcto.
Hay tres cosas que posee la inteligencia
espiritual que yo las aplico a mi fe: la intuición espiritual, la comunión
espiritual y la conciencia espiritual. El Espíritu posee estas tres funciones.
No digo que el Espíritu de Dios sean estas tres cosas; lo que si digo es que
nos ofrece estas tres capacidades. Y ellas me permiten acercarme a las
Escrituras y entenderlas, orar al Sr. Dios y escucharle y vivir en comunidad
con mis hermanos y hermanos.
3. A lo largo de la vida de fe adulta de una persona
pueden presentarse dudas, desolaciones, noches oscuras... ¿qué método enseñáis
en vuestra práctica para superar esos estados?
Las dudas, las desolaciones, las noches oscuras del
alma siempre están con nosotros. Son las situaciones más democráticas que
conozco. La experimentamos todos. Los nativos y los foranos. Los hombres y las
mujeres. Los creyentes y los no creyentes. Unas las compartimos y otras las
enfrentamos solos. Unas tienen remedio en el espacio de la comunidad y otras requieren
de un trabajo personal, de la soledad y del silencio.
Generalmente pensamos como vivimos, así que si queremos
cambiar nuestra manera de vivir lo primero que debemos intentar es cambiar
nuestra manera de pensar. Pero el primer escollo surge cuando descubrimos que
los aragoneses no pensamos como lo haría un hombre o una mujer que viven en las
montañas de Pakistán o en la sábana de Boswana.
Así que los métodos para dialogar con las heridas que nos produce la
vida varían mucho. El consejo que ofrece las Escrituras frente a la diversidad es
examinarlo todo y quedarnos con lo bueno, con lo verdadero, con lo honesto, con
lo justo, con lo amable, con lo puro. Así que hemos optado por no elegir un
solo método de sanidad interior, en no atarnos a una única propuesta puesto
esto nos hace pagar el precio de perder las riquezas que portan las demás. Es
como esa canción judía que dice: ¿Por qué
conformarme con una sola estrella si el cielo brillan miles?
Pero si estoy en el deber de compartir con Uds, en esta tarde, un recurso antiguo. Se llama
la cura de almas o poiménica. A través de los siglos, la actividad de mostrar el
amor y la preocupación de Dios por las personas se ha expresado con la frase en
latín cura animarum. Hasta la Reforma
protestante del s.XVI, esta actividad giraba alrededor de la confesión. Pero
con las nuevas maneras de vivir la fe cristiana la cura de almas buscó otros
derroteros. Hoy me gustaría hablar de uno de ellos: la consolación.
Somos consolados en medio de la comunidad, somos
consolados en el dialogo, aquí quiero puntualizar algo que se nos olvida.
Dialogar no es hablar con el que piensa como nosotros. No, el verdadero dialogo
ocurre cuando hablamos con el que piensa diferente a nosotros. También somos
consolados mediante la soledad. ¿Uds. preguntarán pero que recursos podemos
usar? Y los recursos han estado delante de vosotros todos estos años: el
silencio, la contemplación, el arte de conversar, la espiritualidad del arte,
el caminar en la naturaleza, la meditación, la solidaridad.
Ahora vemos la vida como a través de un velo, pero un
día el velo será quitado.
Augusto G. Milián
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