El miedo y la fe.

              Sobre Mateo 10: 26b-33

En nuestra capilla no hay imágenes. Es una capilla muy minimalista. Se nos conoce como una iglesia de la Palabra. Pero la Palabra de Dios ha de ser entendida y experimentada.
La Palabra de Dios debe estar en circulación entre nosotros. Lo que escuchemos aquí hoy tiene que retumbar en nuestras mentes durante la semana. Por eso nos reunimos el primer día de la semana, porque necesitamos fuerzas para enfrentarnos a nuestros temores. Si la Palabra de Dios no nos anima entonces nuestra fe es tímida. Cobarde.
 
Jesús habla en esta mañana y les invito a que le escuchemos. Nosotros escuchamos mucho durante todo el día. Escuchamos palabras fuertes, palabras agudas y palabras suaves. También nosotros pronunciamos muchas palabras. Palabras amargas y palabras dulces. Algunos de nosotros sólo nos gusta oír nuestras propias palabras. Otros gustan oír las palabras de los demás aunque estas palabras nos produzcan miedos.
 
Hoy Jesús nos pide que no tengamos miedo. ¡Cómo si esto fuera tan fácil! Vivimos con muchos miedos y temores. Podríamos hasta decir que el miedo nos tiene acorralado. Nuestro día a día a veces es insoportable. Triste. Inundado de malas noticias. Con dolores. ¿Cómo es que Jesús se atreve a pedir que no tengamos miedos?
 
Pero las palabras de Jesús tienen memoria. Jesús habla desde la experiencia de la fe. Desde la experiencia de vida.  Jesús vino a la tierra para traernos palabras y gestos que nos ayuden a enfrentar los miedos. Que nos ayuden a vivir el hoy y el mañana, porque el ayer, bueno el ayer ya se ha ido y no lo podemos cambiar.

El miedo nos dice que no podemos caminar sobre las aguas porque ruge el viento y se levantan las olas. El miedo nos dice que hay días que caminamos por valles llenos de sombras. El miedo nos dice que si nos vamos de casa pasaremos hambre. El miedo nos dice que si estamos enfermos es que hemos hecho algo malo. El miedo siempre nos va a estar diciendo cosas al oído. Pero Jesús nos toma de la mano en medio de las aguas. Jesús es el pastor que nos conduce a lugares donde podemos estar en paz. Jesús es el que nos ofrece el perdón después de estar lejos de casa. Jesús es el que nos cura. El que nos sana. El que nos consuela cuando la muerte nos hace llorar. Todo lo bueno que hemos experimentado en nuestras vidas lo ha hecho Jesús. No el miedo. ¿Acaso lo has olvidado?

Las personas que se encuentran  con Jesús son verdaderamente libres. Es el miedo quien nos roba la libertad de pensar, de dormir, de soñar con los ojos abiertos. La Palabra de Dios nos hace libres del miedo. Y somos libres, no para que podamos elegir cualquier cosa que se nos ocurra. No, somos libres porque ahora sabemos a qué nos podemos dedicar sin temor. Podemos vivir con gratitud.
El mundo en que vivimos  no espera que las iglesias inviten a ser valiente a sus feligreses. El mundo en que vivimos pretende que hagamos oraciones de conformidad, que nos quedemos en nuestras casas asustados por lo que sale en la televisión, quiere que estemos entretenidos por las discusiones de los políticos. Porque sólo cuando estamos atrapados por la cultura imperante es que dejamos de escuchar la voz de Jesús. 

Pero no hemos sido llamados a estar escondidos en la espesura como el Padre Adán y la madre Eva. Tampoco a estar entretenidos. Somos llamados a ser sal y a ser luz. Y para elo hay que abandonar nuestros miedos ¿Acaso lo has olvidado? 

Augusto G. Milian






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