Hay una parte de mi
Sobre Mateo 5: 43-48
Hay una parte de mí que pretende aferrarse a la vida
compasiva. Abrazarla como si fuera la tabla de salvación después del naufragio.
Pero hay otra parte, también dentro de mí, que rechaza toda muestra de
compasión y pretende echar fuera de mi corazón toda muestra de indulgencia.
Expulsarla como si de una espina se tratase. Y es que en mi interior, donde
nadie me ve, hay una especie de guerra
civil que dura días. Que dura años.
Hay una parte de mí que quiere ofrecer el regalo del
perdón a todos los que me han dejado golpeado y sangrando junto al camino. Y
esa parte cuando habla sólo precisa decir tres palabras: yo te perdono. Pero
tengo otra parte que pide justicia. Que demanda venganza. Que se rasga las
heridas cada atardecer para evitar que se endurezcan. Que cicatricen. Y que yo pueda olvidar. De este
enfrentamiento, conmigo mismo, salgo muy cansado, medio ciego y acabo mostrándome
como la persona que no quiero ser: un desagradecido.
Hay una parte de mí que cree que la gracia es el mejor
remedio para un corazón hecho pedazos. Y que a ella tenemos que sujetarnos aun en
medio del dolor. Aun cuando nos hayan dado la espalda y nos dejen en la soledad
más tangible. La otra parte iza la bandera de la Ley del Talión con mucho
orgullo. Y me musita al oído: quiere a los que te quieran y olvida a los que
te olviden.
Pero Jesús, el nuevo maná, no cree en el
faccionamiento de nuestra alma. No admite el servicio a dos señores a la misma
vez. No es complaciente con los que pretenden caminar sobre las aguas y a la
vez mostrar miedo del viento y las olas. Jesús, el Cordero de Dios, no cree en
la venganza. Por eso cuando habla les pide a los discípulos que no sean
cualquier tipo de sal o cualquier tipo de luz. Sino que les exhorta a que sean
la mejor sal de la tierra y la luz más brillante que pueda encontrase debajo de
los cielos.
Hay una parte de mí que ofrece clemencia. Y entonces, la otra parte, fue perdonada.
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