Llamar a las cosas por su nombre
Pensando en voz alta
Riglos es una localidad
situada a al noroeste de la ciudad de Huesca con 79 habitantes. Es un
pintoresco caserío que tiene como telón de fondo unas formaciones geológicas de
impresionante tamaño, con paredes de hasta 300 metros de alto
denominadas Mallos de Riglos y muy apreciadas para la práctica de la escalada.
Algunas escaladas son arduas. Difíciles. Extenuantes. Los que suben montañas lo
saben.
Hablar de nosotros mismos sin miedos se ha
trocado en un hecho singular en nuestra espiritualidad. Comunicar lo que
pensamos se ha convertido en una actividad de riesgo. Es como escalar un macizo
teniendo como anclaje nuestras propias manos y nada más. Compartir nuestros
sentimientos con otras personas se ha tornado una asignatura embrollada. Nos
desgasta mucho. Nos deja la piel en carne viva. Nos provoca temblores
musculares. Y esto ha hecho que muchos hombres y mujeres opten por atesorar sus
sentimientos e ideas. Por guardarlos bajo siete llaves. Por hacerlos no
visibles aun en espacios que en un principio eran lugares para compartir, para
comunicar, para expresar lo que portamos por dentro, para exponer. Cuando no
encontramos un espacio para decir quienes somos y como vemos la vida con
libertad entonces el silencio es la mejor respuesta. Nuestra única respuesta. Pero
acallarse no significa otorgar.
Jesús pretende que los discípulos se echen al
camino. Aspira a que sean la nueva humanidad. Pero los caminos no siempre nos
llevan por valles apacibles. Tarde o temprano al final de un valle siempre nos
tropezamos con las montañas. Y las montañas no siempre serán esos conglomerados
de piedra y tierra cubiertos de una capa vegetal arbórea sino que tendrán un
nuevo significado. Serán las interpretaciones escritúrales raquíticas, las
opiniones egoístas, las verdades a medias. Las montañas nuestras de cada día son
los obstáculos con nombre de tradiciones, con nombres de dogmas, con nombres de
costumbres, con nombres de confesiones de fe. Algunas de nosotros las podremos
escalar. Saltar sobre ellas y seguir el camino. Otros nos quedamos paralizados
delante de ellas. Atemorizados. Deshumanizados. Los discípulos son los que se
enfrentan a lo establecido, a lo cultural, a lo que siempre se ha hecho así
aunque esto produzca llagas, rozaduras, ampollas y soledad.
Jesús sabía que decir lo que somos y en lo
que creemos sin hacer uso de la violencia se convertiría en un acto
contracultural. Raro. Nada cotidiano. Pero cada día más necesario. Más urgente.
Por eso invita a los discípulos a llamar
a las cosas por su nombre y a seguir ascendiendo por la ladera.
Mateo 7: 6, 12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No
den lo que es santo a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, pues
podrían pisotearlas y después se volverían contra ustedes para destrozarlos.
Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la
Ley y los Profetas.
Entren por la puerta angosta, porque ancha es la
puerta y espacioso el camino que conduce a la ruina, y son muchos los que pasan
por él. Pero ¡qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a
la salvación! y qué pocos son los que lo encuentran
Oración
Dame fuerzas para enfrentar la montaña de este día.
Sé tú mi refugio cuando la tormenta llegue
Que tu Espiritu caye delante mostrandómela senda.
En Jesús nosotros esperamos.
Amén
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