¿Qué hace un pacifista con una espada en la mano?

Apuntes sobre Mateo 10: 37-42

Tenemos un texto impresionante en esta mañana. Controversial. Un texto que nos incomoda. Pero  también es una palabra llena de inspiración para nosotros. ¿Como la interpretaremos? Ese es el problema al que nos enfrentamos.

Podemos partir de que el evangelio de Mateo es el evangelio del discipulado. Para Mateo, Jesús elige y llama a sus discípulos y los prepara para la obra misional. Algo parecido pretende hacer la iglesia. Así que tenemos la misma intencionalidad viajando a través del tiempo hacia nosotros. Entonces debemos preguntarnos: ¿Cuál es el orden misionero? ¿Cómo se hace la misión? Escuchemos, por lo tanto, sobre el verdadero propósito de la misión de Cristo y cómo los discípulos deben llevarla a cabo.

Hay dos cosas que me gustaría que mirásemos en el texto.
1º.  El Evangelio nos divide. Donde el Jesús resucitado es proclamado, surgen divisiones de inmediato.  Y no hay que ir muy lejos de nosotros mismos cuando estamos sentados a la mesa. Hay un sector cree en Cristo y otro sector que lo rechaza. La razón de esta división entre un grupo tan pequeño de personas es Jesús. Es por eso que Jesús dice: no piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino una espada.

Nosotros cuando hablamos de Jesús, decimos que es el Mesías, y le damos el título de Príncipe de paz, pero el texto de hoy nos dice que este Jesús, el pacifista trae una espada en la mano. Y sospechamos que la espada no es para cortar las frutas del postre. ¿Qué podemos decir al respecto? Podríamos pensar que él no trae una espada simple y material, sino la espada a que se hace mención aquí es la espada de la Palabra. Algo parecido nos pasa con la paz. Jesús no nos trajo una paz material y universal. La paz funciona de manera personal, interior y a veces se manifiesta por momentos entre nosotros o en nuestro mundo. Para lograr un poco de paz hemos aprendido a ceder aquí y ceder allí, para llegar a un término medio.  Creemos que Jesús derrota el pecado en fu afán determinista, que conquista la muerte y confiere la paz a través de una nueva vida a través de su resurrección. Por lo tanto nuestro posicionamiento ante Jesús quien separa por sí mismo a un pueblo que lo escucha y lo ama de otro pueblo que no lo acepta y le desoye.

El mal esta entre nosotros. Es una realidad. ¿Lo sabemos? Cuando hablo del mal pienso en las personas que eligen comportarse de manera egoísta. Que avasallan a su prójimo. Lo esclavizan. Que lo maltratan a veces con palabras. A veces con acciones. Y esto los excluye de tener una relación sana con el Sr. Dios.  Aquí tenemos una posible respuesta frente al mal. ¿Por qué necesitamos a Jesús? Pues porque Jesús nos libera  de la esclavitud del mal, del poder del pecado y de la culpa, para reconciliarlos con Dios. Es Jesús quien nos avisa de que no necesitamos repetir modelos de conductas que heredamos de los abuelos o de los padres o que nos ha impuesto la cultura imperante. De esta manera, la Palabra de Dios, por la cual obra el Espíritu Santo, quiere conducir al arrepentimiento y al consuelo.

Entonces la Palabra lleva a una decisión. Su mensaje es paz para aquellos que se arrepienten y creen, pero para aquellos que resisten y no se arrepienten, este mismo mensaje es confrontación. Es lucha. Es dolor.

Repetiremos para entenderlo bien. Nacimos con tendencia a mirar mucho nuestro propio ombligo. Somos, por naturaleza, enemigos de Dios, no nos gusta hacer su trabajo. Nuestro corazón está inclinado hacia el mal, de él brotan constantemente todo tipo de malos pensamientos e ideas. Así que la penetrante Palabra de Dios ilumina el corazón, conduce al reconocimiento del pecado y nos lleva al arrepentimiento y esto nos hace repensar nuestra manera de vivir.  El evangelio es la buena noticia que libera. Nos da un nuevo corazón. Una segunda oportunidad. Y esta noticia que genera fe, restaura la comunión con Dios. Entonces todo aquel que se arrepiente y cree en la gracia de Cristo, recibe el perdón.

2º Miremos los siguientes versículos: Por lo tanto, los enemigos del hombre serán los de su propio hogar. Quien ama a su padre o madre más que a mí no es digno de mí; quien ama a su hijo o hija más que a mí no. Él es digno de mí, y el que no toma su cruz y viene después de mí no es digno de mí.
¿Qué significan estas palabras? A menudo nos encontramos con situaciones como esta. El padre cree y la madre no, o viceversa. Hoy también es muy común que los padres sigan creyendo, pero los hijos no. Hoy la familia se divide en cristianos de diferentes iglesias, en personas que tienen creencias no cristianas  y en no  creyentes. Esta es una situación difícil. ¿Y cómo la solucionamos? Muy fácil, decimos: Bueno, cada uno que crea en lo que mejor le convenga.

Decir lo que pensamos y lo que creemos de manera pública no es un camino de rosas. Causa fricción, distanciamientos, silencios y nos separa de las personas que queremos. Y no se trata solo de separarse de los amigos por cuestiones de fe, no eso ya lo hemos hecho. No, el llamamiento de atención de Jesús es caer en la tentación de apegarse a la vida y a sus cosas. Y es que los hombres y mujeres sentimos un apego muchas veces enfermizo por las cosas materiales. Pero la historia nos enseña que aferrarse a una vida y sus problemáticas es dirigirse a la muerte.

Realmente, Jesús no es un rabino blando como a mucho nos gustaría verlo. Si, Jesús es amor, es paz y es alegría, pero también es justo, es correcto, es ético. Alguien que puede sentir compasión y a la vez amenazar a los que comercian con la fe. Alguien que puede llorar tras la muerte de un amigo y a la vez dejar ir a los que aman al dinero. No albergo la menor duda de que el Señor Dios puede resultar amoroso, pero no me olvido que entregó a Jesús para que fuera sacrificado como un cordero.

Quiero acabar ofreciéndoles un vaso de agua fría. Para los que hacen misión hay una promesa Quien me recibe, me recibe; y quien me recibe, recibe al que me envió. Quien reciba un profeta, como profeta, recibirá la recompensa del profeta; quien reciba a una persona justa, en carácter de justicia, él recibirá la recompensa de la justicia. Y quien da de beber, incluso si es un vaso de agua fría, a uno de estos pequeños, porque este es mi discípulo, en verdad te digo que de ninguna manera perderá su recompensa.
Dar un vaso de agua es algo común. Hasta a nuestros enemigos les damos un vaso de agua. La interpretación adecuada entonces sería que las obras más insignificantes que seamos capaces de hacer en esta tierra de flores y serpientes serán altamente recompensadas, en la eternidad, incluso las más simples como ofrecer un vaso de agua. Y si alguno de Uds. entonces me recuerda que por profesar la fe  tendremos que sufrir, entonces no me quedará más remedio que si. Que tiene toda la razón del mundo. Como Jesús, experimentaremos la persecución y seremos despreciados. Pero estas cosas no han de hacernos vivir con miedo. Cristo estará con nosotros, contigo y conmigo, en todo momento, para apoyarlos, para fortalecerlos, para levantarnos.
Sólo él nos limpiará las heridas con vino y aceite. Sólo él nos llevará en sus manos. Sólo él nos dará un vestido nuevo. Sólo él nos ofrecerá un lugar en la mesa. Sólo él. 

Augusto G. Milián

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