¡Levántate y come!



 Pensando en voz alta

Siempre fue más cómodo destruir una estatua, o quemar un estandarte, o cortar una rama que mostrarse compasivos con los que son diferentes a nosotros. Y es que la compasión nos invita a una conversión del corazón en la que no todos estamos dispuestos a iniciarnos. Pero también sabemos que la cultura imperante es mansa con los violentos, pero áspera con los compasivos.

Siempre es más fácil seguir las indicaciones, o acatar las tradiciones, o hacer lo que siempre han hecho nuestros padres o nuestros abuelos. es más fácil que abrir una nueva entre los espinos, o que preguntarnos ¿por qué estoy repitiendo este tipo de espiritualidad?, o darnos permisos para ser creativos como lo es el Sr. Dios.

Siempre resultará más sencillo fingir que acatamos los mandamientos externos, vivir las apariencias antes que tener como misión hablar de lo que hay en nuestro interior sin vergüenza y sin mojigateria. Cuando los mandamientos de Jesús están grabados en nuestros corazones entonces podemos aceptar la idea de que la vida cristiana no consiste en portar un yugo lacerante y pesado, y hasta hacer gala de ello. Portar un yugo pesado no nos va a abrir las puertas a un mundo sin dolor y sin temores.

Jesús sabe que los discípulos caminamos cada día llevando en nuestros bolsillos algunas piedras. Algunas piedras se llamaran Ley. Otras se llamarán Gracia. Así que en un ejercicio de madurez espiritual les invitará a elegir que tipo de piedras portarán y que uso le darán. Nos preguntará que piedras utilizaremos para lanzar a otros y cuales serán necesarias para edificar relaciones personales benignas y emociones sanas.

Jesús siempre tuvo claro que el Sr. Dios optaría por la misericordia frente a los sacrificios. Que no practicaría la acepción de personas. Nosotros albergamos algunas dudas. Y por eso nuestra hambre no cesa. Y nuestra sed no se apaga.

Es aquí y ahora cuando el Espíritu de Dios viene en nuestra ayuda y nos musita al oído: Todo lo bueno viene del Sr. Dios. ¡Levántate y come!


Mateo 12: 1-8
 
En cierta ocasión estaba Jesús paseando en sábado por entre unos sembrados. Sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Los fariseos, al verlo, dijeron a Jesús: Mira, tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado.                                                  Jesús les contestó: ¿Es que no habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comió de los panes de la ofrenda, algo que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes. ¿O no habéis leído en la ley de Moisés que los sacerdotes no pecan aunque trabajen durante el sábado en el Templo? Pues os digo que aquí hay alguien mayor que el Templo. Si hubierais entendido lo que significa aquello de: Yo no quiero que me ofrezcáis sacrificios, sino que seáis compasivos, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es Señor del sábado.

Oración

Querido Dios:

En el valle,
en la montaña,
en el desierto,
en la casa,
en la soledad,
en la compañía,
en la salud,
en la enfermedad:
Tú nos estás sosteniendo
Y escuchas nuestra oración.
Amén.


Augsuto G. Milián

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