No es un lugar. Es un viaje.














Alrededor de Mateo 13:44-52

Nosotros creíamos que el Reino de los Cielos era un lugar, pero no, no es un lugar sino que es un viaje. Nosotros hemos estado creyendo en muchas cosas en los últimos años, pero muchas de esas cosas no nos hicieron hombres y mujeres libres, no nos hicieron más tolerantes y no curaron nuestras dolencias. Vienen días en que tendremos que librarnos de estás creencias para iniciar un camino. Vienen días donde tendremos que sacarnos las piedras que atesoramos en los bolsillos para andar más ligeros.

Nosotros creíamos que ser discípulos era como cocer y cantar. Pero las demandas que hace Jesús a sus discípulos son radicales y nos asustan. Jesús dice, por ejemplo, que para obtener el Reino hay que venderlo todo. Y nosotros no queremos venderlo todo. Solo algunas cosas. Una parte. Y es que pretendemos quedarnos con algo que nos ofrezca seguridad, comodidad, certeza. Pero no se puede hacer un viaje y  pretender encontrar seguridades, comodidades y certezas. Encontrar el Reino de los Cielos es un proceso donde lo más importante no es lo que voy a encontrar sino hacia dónde me moveré y a quién me encontraré por el camino. ¿Me encontraré a un hombre herido en el camino? ¿O seré yo el que tropiece con un levita o con un samaritano?

Nosotros creíamos que las cosas caían del cielo como el maná y que bastaba con estar sentado con las manos cruzadas esperando a que el Sr. Dios hiciera algo. Pero no, hay días que tendremos que salir a buscar. Que tendremos que llamar a una puerta. Que tendremos que pedir. Y no sólo estaremos pidiendo por nosotros sino que lo haremos por otros. Por los que les falta el aliento, por los que están paralizados, por los que están sin esperanza.

Nosotros creíamos que los cambios que demanda Jesús de nosotros son superficiales, que eran una especie de barniz que podíamos aplicar sobre nuestro cuerpo para disimular nuestros egoísmos y miedos. Pero Jesús pide cavar. Y no cavar en cualquier sitio. Esta vez tendremos que cavar en nuestros corazones. Que es donde más nos duele. Pero también donde único podremos encontrar lo que habíamos perdido. La época donde los hombres y las mujeres buscaban al Sr. Dios en un templo han acabado. Ahora El ha de ser encontrado en nuestros corazones.

Nosotros creíamos que podíamos entregar parte de nuestra vida y quedarnos con la otra mitad. Que podíamos mediante los rituales de las apariencias tener un poco de paz con nosotros mismos. Que podíamos entrar al río y no mojarnos la ropa. Pero también en eso hemos errado. La vida no es como la habíamos imaginado. En ella hay flores y serpientes. Zarzas y moras. Jesús se convierte en el rabí que demanda una entrega total. La parábola de la mañana habla de venderlo todo para obtener lo que realmente apreciamos. O sea, desnudarnos para estar vestidos. Esto quizás sea una contradicción para muchos de nosotros. O quizás es otra de las tantas locuras que hace de Jesús a un hombre peligroso. Pero ahora sabemos más que cuando éramos unos niños. Ahora sabemos que cuando nos damos es que somos recibidos. Que cuando perdonamos es que somos perdonados.

Nosotros creíamos que el Reino de los Cielos era un lugar, pero estábamos errados. El Reino de los Cielos es un viaje. Un viaje que tendremos que hacer con un corazón libre. Libre para dar. Libre para recibir. Un viaje donde se nos preguntará a quien ofrecimos de nuestro vino y de nuestro aceite.

Antes nosotros habíamos oído hablar de Jesús, más ahora nuestros corazones le conocen.

Augusto G. Milián


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