Sin esperar nada a cambio



Pensando en voz alta

La compasión es una emoción que nos ayuda a comprender y compartir el sufrimiento de otros. Algunos la conocen. Otros no. Sin embargo, muchas veces no sabemos a qué se refiere este término o qué implicaciones tiene para nosotros cuando la encontramos en medio de un texto. Y es que con los años hemos confundido este término como nos ha pasado con otras palabras y como resultado  asociamos la palabra compasión con la pena o la empatía. Pero la compasión no es pena es otra cosa.

La raíz latina de la palabra compasión significa sufrir de manera conjunta. Entonces se trata de un sentimiento que aflora cuando vemos que una persona lo está pasando mal. Pero no es una de esas emociones que nos deja de brazos cruzados y con unas lágrimas en la mejilla. No. La compasión nos incita a ayudar a las personas para intentar paliar su sufrimiento. La compasión nos dice: ¡algo tienes que hacer!

Pero no digamos sólo lo bueno. Digámoslo todo. La compasión se convierte en algo triste cuando los hombres y las mujeres lo asumen como una actitud negativa en si misma o cuando descuidamos nuestra persona para desvivirnos por los demás.

Jesús es un judío compasivo. Y pretende que sus discípulos lo sean también. ¿De dónde le viene este impulso? Una respuesta sencilla y oportuna sería del Sr. Dios. La compasión es una de las maneras de manifestarse que tiene el Sr. Dios a lo largo de la historia de la salvación. ¿De dónde viene nuestra certeza para realizar tal afirmación? De las Escrituras.

Con las instrucciones a la nueva humanidad Jesús pretende que los discípulos desarrollen la compasión porque sabe de su poca disposición para ver a los que sufren. Sabe que estos, generalmente,  viven en lugares incómodos, en comunidades pobres, están en los hospitales, en pueblos alejados de la ciudad. Y es a estos lugares sin atractivos donde Jesús espera que los discípulos puedan llegar. Lugares a donde han de llegar sin esperar nada a cambio. Nada.

 Mateo 9: 32-36

Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado. Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel. Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.                           
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.

Oración

Señor y Dios.

Muéstrame el camino de la compasión en este día.
Hazme una persona compasiva
Ten compasión de mí

En el nombre de Jesús. Amén.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico