En aguas profundas


 

 Algunos apuntes sobre Jonás 1: 4-16 para compartir el domingo

Aquí tenemos a un profeta que se le ha pedido algo extraño: que salga de las fronteras de Israel. Aquí tenemos a un hombre viajando en la dirección opuesta a la cual el Sr. Dios le dijo que viajara.  Y si nos guiamos por el positivismo todo parece que ha de ir bien, todo augura un viaje tranquilo y agradable. Pero no se guíen por las apariencias porque estas nos suelen engañar sin compasión.

En las Escrituras y fuera de ellas, los hombres y mujeres creyentes no se suelen encontrar con una vida fácil. Apacible. Las circunstancias no se les presenta tan favorables como la mayoría hubiese preferido; más bien han sido en condiciones difíciles donde han tenido que vivir la fe. Esto sigue siendo así en nuestros días.. Y entonces siguiendo con neustra lectura dominical llega la tormenta a la vida de Jonás. Y todos corren peligro. Ahora podremos entender que romper cualquier tipo de pacto que hemos hecho con el Sr. Dios implicará consecuencias que se puedan tocar con las dedos de las manos y que afectarán a la comunidad circundante.  Esto es algo que las comunidades cristianas no deberían olvidar.

La tormenta, primero se presenta arruinando la labor comercial de los marineros, ya que se ven obligados a lanzar toda la mercancía al mar para aligerar el peso de la embarcación; pero, no lo perdamos de vista,  también amenaza sus propias vidas. Su integridad personal. Y ocurre lo inesperado en medio del bamboleo. Jonás confiesa su credo más primerio en primer lugar para desués asumir la culpa de manera pública. El relato nos narra que sólo después la tormenta se aminora y el peligro para la comunidad que está en un barco desaparece. Pero antes Jonás propone que lo lancen al mar, lo cual los marineros aceptaron a regañadientes.

Hablemos un poco sobre la teología del llamamiento. El propósito de todo llamamiento es servir a otras personas, aunque los gobernantes de nuestro tiempo lo hayan olvidado. Desde el primer capítulo del libro, el llamado a Jonás tiene el propósito de beneficiar no a una persona, sino a miles de ella. O sea, a todos los que habitan en Nínive. Y cuando el profeta rechaza la petición de Dios, no solo se oscurece  futuro del que ha sido llamado, sino que también van a padecer las personas a su alrededor. Si aceptamos que todos somos llamados a servir a Dios en nuestros trabajos, el cual es probablemente diferente al de Jonás, pero no menos importante para Dios, reconocemos que cuando no lo hacemos estamos perjudicando a nuestras comunidades, a nuestra familia, a nuestra sociedad.

Quizás podamos llegar al acuerdo, al menos en el ámbito eclesiológico, de que entre más fuertes sean nuestras capacidades y talentos, mayor será el daño que podremos hacer si rechazamos la consejería de Dios en nuestra misión. Tú y yo conocemos de personas cuyas habilidades les permiten hacer un gran daño en los campos de la economía, de la política, de la ciencia, y de la religión. Imaginemos, por un momento, el bien que podrían haber propiciado, el mal que podrían haber evitado, si primero hubieran aceptado poner sus dones al servicio del prójimo y del reino de Dios. En comparación con algunos ejemplo que podríamos citar ahora, puede que nuestros dones parezcan insignificantes, pero imagine el bien que podríamos hacer y el mal que podríamos evitar si hiciéramos nuestro trabajo como un servicio a Dios a lo largo de toda nuestra vida. O lo que es lo mismo, si brillarámos en el sitio donde estamos.

Volvamos a nuestra narración. Nos encontramos que Jonás está fuera de la seguridad que le ofrecía la embarcación. Está sumergido en una mar en calma. Está en aguas profundas. Y tiene miedo. 

(Continuará)

Augusto G. Milián

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