En todos los encuentros se corren riesgos
Ciclo Emociones y espiritualidad. Tema 3
Hoy quisiera compartir con Uds. el tema tres de la serie Emociones y espiritualidad. Y nos auxiliaremos de una historia familiar. Una historia cruda y desgarradora. Para los que fuimos a la Escuela dominical es una historia conocida.
Hay un hombre que ha estado separado de su familia por muchos años. Ahora tiene poder. Ahora es un hombre acaudalado. Y sabe que el reencuentro familiar ha de ocurrir en cualquier momentoy cree estar preparado. Sospecha que sabe las palabras que va a decir cuando llegue ese día. En su corazón ha estado guardando los recuerdos de la separación. Y los recuerdos son poderosos. Nos hacen respirar. Nos hacen vivir.
Escuchemos el relato que cuenta el libro del Génesis:
421Viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis mirando? 2 Y dijo: He aquí, yo he oído que hay víveres en Egipto; id hasta allá, y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir, y no muramos. 3 Y descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo en Egipto. 4 Mas Jacob no envió a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos; porque dijo: No sea que le acontezca algún desastre. 5 Vinieron los hijos de Israel a comprar entre los que venían; porque había hambre en la tierra de Canaán. 6 Y José era el señor de la tierra, quien le vendía a todo el pueblo de la tierra; y llegaron los hermanos de José, y se inclinaron a él rostro a tierra. 7 Y José, cuando vio a sus hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo: ¿De dónde habéis venido?
451No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. 2 Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. 3 Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. 4 Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que habéis vendido para Egipto.
Después de tantos años esta es una historia que nos conmueve. Porque entre otras cosas contiene la vida que nos hubiera gustado palpar. La vida que el Sr. Dios tiene para nosotros y que en muchas ocasiones no hemos conocido. Esta es una historia donde se nos invita a integrar el equilibrio entre la vida emocional y la vida espiritual de una manera insospechada. Donde se nos invita a experimentar las promesas que Dios nos ha hecho como individuos, como familia y como comunidad.
Creo que sería oportuno que viajáramos ahora al Nuevo Testamento. ¿Recuerdan la segunda lectura del día? Es un fragmento de la carta que Pablo escribe a las iglesias de Galacia. Capítulo 5, versículos 22 y 23. En ella se nos ofrecen algunas herramientas para entender de lo que ha estado ocurriendo entre José y sus hermanos. Pablo pretende que los cristianos de estas iglesias entiendan sobre los frutos que el Espíritu de Dios pone a nuestro alcance para enfrentar esta vida.
Quiero hacer más comprensible el texto así que nos ayudaremos de una tabla que contiene palabras y deficiniciones populares:
Palabras Lo que enendemos
Amor Cariño hacia los demás
Alegría Plenitud
Paz Sosiego
Paciencia Saber esperar
Amabilidad Sentido de la compasión
Bondad Ejercicio mediante el cual mostramos santidad
Fidelidad Participar de un compromiso y mostrase leal
Humildad No necesitamos empujar ninguna puerta
Dominio propio Con la capacidad de ordenar nuestras reacciones
Quizás alguien piensa que este modelo de estilo de vida que propone Pablo es irreal. Difícil de seguir. Que nadie es así. Y tendría razón. Nadie es así..... las 24 horas del día. Pero también es el modelo que el Sr. Dios espera de nuestro comportamiento. Y entonces podríamos detenernos ahora y preguntarnos: ¿Hay algo de esto en mi vida?¿Aunque sólo sea un poco?
Volvamos a la historia de la familia con que iniciamos hoy. El personaje principal no hace lo que nos hubiera gustado que hiciera a muchos de nosotros. ¡Venganza! De hecho lo que hace nos toca el corazón. José llora. Pero no como un niño que ha perdido un juguete. José llora con gritos desgarradores. Gritos que llegan lejos. ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué llora José si el no ha hecho nada injusto?¿Alguien lo puede explicar?
Creo firmemente que los escollos con que nos tropezamos y que nos hacen llorar en nuestros viajes, de alguna manera el Sr. Dios los convierte en dádivas. Las malas experiencias de José con sus hermanos podían haber sido un muro infranqueable, pero José lo rompe. No quiere seguir repitiendo el ciclo de acción-reacciones en que ha sifo formado. Quiere seguir su vida de otra manera. Y esto afectada a los que están a su alrededor. José tiene muchos motivos para mostrar enemistad, ira, para hacer uso de la venganza; pero no lo hace. José muestra unas emociones que se nos hacen muy extrañas en nuestro tiempo.
Querida iglesia: Nuestros dolores son nuestros y de nadie más. Pero frente a las injusticias de la vida, frente al rechazo, frente a la exclusión y la separación a la que nos vemos empujados cada día podemos hacer dos cosas: atesorarlas hasta que dejemos de respirar un día o las expulsamos fuera mediante un grito que se escuche lejos. La mayoría de nosotros, y esta es una noticia triste, no lograremos avanzar en el crecimiento emocional y espiritual, al que hemos sido llamados, mientras el dolor de estar donde estamos no se haga insoportable. Sólo entonces caminaremos.
No sé donde se encuentran Uds. ahora. Sé donde yo estoy. Pero se nos hace urgente el intentar ver nuestras cunstancias como un regalo oportuno y tenemos la necesidad de abrir el corazón para poder conocer al Sr. Dios de una manera diferente a como lo había hecho hasta ahora.
Querida iglesia: No podemos cambiar nuestra manera de pensar o de hablar o de sentir, o de creer, o dicho de otra manera, no podemos permitir que el Espíritu Santo nos cambie, si ignoramos o nos negamos a aceptar nuestra realidad.
Si, en todos los encuentros se corren riesgos. Y Jesús lo sabe. Por eso sale a nuestro encuentro.
Augusto G. Milián
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