Una señal de amor


 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Los discípulos tratan de mantenerse lejos el dolor y el sufrimiento. Por eso prefieren esconderse o mirar hacia otro lugar. Los discípulos creen que lo que no se ve no existe. Pero están errados.  Estas acciones nunca garantizan que el dolor no este presente en sus vidas. Y que acabe, más temprano que tarde, tocando a sus puertas y a sus corazones.

Los discípulos no estaban preparados aún para acompañar a Jesús a salir de Jerusalén con la espalda magullada y un madero sobre los hombros. Los discípulos han estado siguiendo en los últimos años por los caminos y pueblos de Galilea hasta Judea, pero frente al sufrimiento le abandonan. Y es que ver el sufrimiento duele. Y duele mucho por dentro. Pero antes que el sufrimiento nos envuelva lo que llega es el miedo. El miedo es un monstruo implacable. Es capaz de muchas cosas. Hace que los amigos te dejen solo frente al peligro. Es como si el miedo nos hiciera olvidar de pronto lo que realmente amamos y lo que nos hace respirar cada día.

A Jesús no le importa abrazar el dolor. Más bien ha optado por mirarle de frente. Jesús sabe que el mal habita en el mundo y en corazón de los hombres y de las mujeres. El nunca separó la alegría del sufrimiento. Eso es cosa de la gente de este mundo. Jesús sabe que de su sufrimiento surgirá algo nuevo. Algo poderoso.

La cruz se ha convertido, a pesar de nuestros miedos y temores, en la señal más visible de este mensaje. Si, la cruz se ha convertido en el distintivo de la muerte; pero también en el emblema de la vida. De la acogida. Del refugio. Y de la protección.

Para los seguidores de Jesús es una señal de amor.

Lectura del evangelio de Juan 19: 25-27

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María la mujer de Cleofás, que era hermana de su madre, y María Magdalena. 26 Jesús, al ver a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento, el discípulo la acogió en su casa.

Oración

Señor y Dios

Que las circunstancias de la vida que nos producen miedo no nos paralicen. Que la realidad no nos deje sin aliento. Que las lágrimas no nos impidan ver la vida. Que el temor por el sufrimiento no provoque en nosotros el olvido. Que podamos acoger al que está solo. Que podamos decir: ¡Aquí estoy! En Jesús nosotros confiamos. Amén.

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