A que abran los ojos.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Los discípulos estamos inundados de sueños. Los discípulos queremos ser personas libres. Los discípulos  pretendemos no tener prejuicios. Los discípulos  aspiramos a andar con los ojos bien abiertos para aprender. Pero a medida que pasan los años nos vamos endureciendo y perdemos la ternura y entonces se presenta un desastre en nuestros corazones donde optamos por la esclavitud, donde dedicamos tiempo a enjuiciar a los que no son como nosotros y donde cerramos los ojos porque creemos que lo sabemos todo.

Por eso Jesús sale al camino. Y nos llama por nuestros nombres. Jesús se hace presente en medio de los discípulos para que estos puedan aceptar la simplicidad sin remilgos, para que la confianza se haga visible en un mundo despótico, para que el compañerismo sea una opción a tener en cuenta en una cultura donde impera la repulsa. Jesús hará todo lo que está en sus manos para que el contentamiento sea cotidiano, para que la sorpresa por las pequeñas cosas no se exilie a una isla lejana, para que seamos agradecidos con las buenas noticias.

Pero a los discípulos las palabras de Jesús les resultan arduas. Y es que las cabezas gobiernan nuestros corazones. Ya no hablamos ni con nosotros mismos. Y hacemos lo posible, y a veces lo imposible, para que el Sr. Dios deje de ser el Sr. Dios. Si alguna confesión nos urge es la de proclamar que hemos sido domesticados por la competitividad y esa extraña manía de estarnos comparando constantemente.

Los discípulos están inundados de sueños truncados. Por eso Jesús los zarandea y les invita a que despierten. A que abran los ojos.

Lectura del evangelio de Mateo 18: 1-5

En aquella ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Jesús llamó a un niño y, poniéndolo en medio de ellos, dijo: Os aseguro que, si no cambiáis de conducta y volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es aquel que se vuelve pequeño como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

Oración

Padre:

Está comenzando el día y quiero que escuches mi oración. Señor, necesito cambiar algunas ideas, algunos hábitos y algunos senderos. Y yo sólo no puedo. Que sea el Espíritu Santo quien me tome de la mano en este día. Si, que sea, el Espíritu Santo quien me conduzca porque yo sólo no quiero. Con la memoria de Jesús, te estoy hablando. Amén.

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