Sólo los encuentros con el Sr. Dios nos pueden cambiar


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Los discípulos viven en medio de una cultura que les ha enseñado que siempre hay cosas que hacer para mantenerse activos y si no las hay pues se las han de inventar. Y es que a los discípulos les cuesta estar quietos. Les cuesta escuchar.  Les duele estar sentados y guardar silencio.

Y no se trata por esta vez  de promover la vieja  idea de que escuchar es mejor que hacer. Porque no lo es. Esa costumbre con la que cohabita nuestro cristianismo de dividir la historia de la fe entre los que contemplan y los que hacen cosas ha dejado de ser cómoda. Ha dejado de ser útil para muchos de nosotros.

Sin embargo a la mayoría de los discípulos optan por los extremos. Por los movimientos pendulares que suelen provocar desgarros, que nos ciegan. La visión de Jesús es otra.  Jesús les propone ir despacio. Disfrutar del aquí y del ahora. Sabe que al final del día los discípulos estarán tensos, estarán preocupados, estarán cansados, estarán enojados y no se darán permiso para lo que realmente es importante en esta vida.  Encontrarse con el Sr. Dios. Sólo los encuentros con el Sr. Dios nos pueden cambiar.

Algunos discípulos han preferido seguir las tradiciones y los mandamientos que les aseguren orden y control a su alrededor, aunque ello implique quitar al Padre del trono y abstenerse a participar de una fiesta por los que han regresado a casa tras estar perdidos.

Otros discípulos, han abandonado todo deseo de dominio y poder. Sencillamente hacen un alto en el camino cotidiano. Se sientan, respiran ondo y escuchan. Es entonces que Jesús comienza a hablar.

Lectura del evangelio Lucas 10: 38-42

Mientras seguían el camino, Jesús entró en una aldea, donde una mujer llamada Marta le dio alojamiento. Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Marta, en cambio, andaba atareada con los quehaceres domésticos, por lo que se acercó a Jesús y le dijo: Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con todo el trabajo de la casa? Por favor, dile que me ayude.    El Señor le contestó: Marta, Marta, andas angustiada y preocupada por muchas cosas. Sin embargo, una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte y nadie se la arrebatará.

Oración

Querido Dios y Padre:

Que en este día que comienza yo puede escucharte entre otras tantas voces. Que en esta hora yo pueda hacer un alto en mi vida y guardar silencio. Que en este momento pueda hacer uso del regalo de la lentitud para estar contigo. Sólo entonces sabré que nada me falta. Con gratitud por Jesús. Amén.

 

 

 

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