El sol calienta aunque haga invierno


 

 

 

 

 

 

 

         

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

La gratitud es indispensable para vivir en esta tierra de flores y de espinos. Algunas personas la practican. Otras personas la han olvidado y van cargando con muchas tristezas por los caminos.

Los discípulos han ido descubriendo, día tras día, que Jesús prefiere pasar algunos momentos solo. Orando, mientras ellos duermen. También saben que es una persona alegre. Susceptible al Espíritu del Sr. Dios. Alguien que no cierra sus labios cuando hay que decir: gracias. Los discípulos han aprendido con los días que ser agradecidos va unido a la visión de ver la vida, y todo lo que en ella acontece, como un regalo. Como una dadiva que cruza los cielos y llega a nosotros.

Pero no todos los discípulos están dispuestos a imitar al maestro. Algunos optan por la autosuficiencia. Por no pedir ayuda. Por no mostrar ningún vestigio de agradecimiento. Lo que Jesús les  ofrece a ellos no les interesa. Y es que sus palabras y sus gestos son tan sencillos, tan carentes de valía para un mundo inundado de apariencias. Ellos buscan, lo que buscan la mayoría de los hombres y mujeres: recibir sin ofrecer nada a cambio.

Jesús sospecha que la alegría forma parte de la vida. Como el dolor. Así que se entrega a ella sin sobriedades porque sabe, que más temprano que tarde, también el dolor puede tocar a nuestras puertas sin previo aviso. Que todo tiene su tiempo.

Vienen días que para tener paz habrá que abrir los ojos y ver lo que el Sr. Dios hace a nuestro alrededor. Vienen días donde tendremos que elegir entre ser agradecidos o desagradecidos. Los primeros dirán de cómo el sol nos calienta aunque es invierno. Los segundos hablaran de las nubes que hay sobre la ciudad. De los primeros Jesús dijo que serían felices. 

Vienen días para experimentar la fe.

 

 Lectura del evangelio de Lucas 10: 21-24  

En aquel mismo momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: Padre, Señor del cielo y de la tierra, te alabo porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así lo has querido tú. Mi Padre lo ha puesto todo en mis manos y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera revelárselo.

Luego se volvió hacia sus discípulos y les dijo aparte: ¡Felices los que puedan ver todo lo que vosotros estáis viendo! Os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo, y no lo vieron; y oír lo que vosotros estáis oyendo, y no lo oyeron.

Oración

 Señor de alegría:

Abre nuestros ojos para ver este nuevo día con gratitud. Abre nuestros oídos para escuchar las buenas noticias escondidas entre tantas malas noticias. Abre nuestros labios para bendecir y no para decir palabras tristes. Abre nuestras manos para dar lo que tenemos sin esperar nada a cambio. Abre nuestros corazones para que el Espíritu Santo encuentro donde morar.

Jesús, bendícenos con paz. Amén.

Augusto G. Milián

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