El luto ha terminado


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexionando alrededor de Isaías 61: 1-3

Abandonar nuestras alegrías nos cuesta mucho. Abandonar nuestras penas también. Y entre las alegrías y las penas hay un territorio de sombras y tristezas que nosotros hemos denominado duelo. Pero el duelo es también un proceso psicológico que se produce tras una pérdida de un ser querido, tras una larga ausencia, tras una muerte o un abandono. Es diferente para cada persona. No todos vivimos el duelo de la misma manera. No todos vestimos de negro. Se pueden sufrir diferentes síntomas emocionales y físicos cuando estamos en duelo como es la ansiedad, el miedo, la culpa, la confusión, la negación, la depresión, la tristeza.

Para los que estamos en duelo Adviento nos trae buenas noticias. Sabemos por los relatos del profeta Isaías que Israel está de duelo. Lo ha perdido todo. El Templo, los sacerdotes. Israel ya no tiene rey.  Y es entonces cuando el profeta abre la boca y pronuncia las palabras que hemos escuchado y hemos visto delante de nosotros hoy. Estas son palabras donde el profeta nos aclara cual es su misión y su vocación. ¿Y yo me pregunto: Y la nuestra cuál es? El profeta debe proclamar a los cuatro vientos las buenas noticias. ¿Y yo me pregunto: También yo? Y para hacerlo, el profeta tiene la mejor herramienta: el Espíritu Santo. ¿También a nosotros nos ha ungido el Espíritu?

Adviento nos trae una buena noticia. Pero también sabemos que abandonar el duelo no es una tarea fácil. Se necesita de ayuda. Se requieren palabras. Israel precisa ser consolado. Nosotros necesitamos ser consolados. Los sentimientos internos han de ser expuestos porque estamos inundados de ellos por dentro y a veces no nos dejan movernos con libertad. Hay que cambiar el ropaje oscuro que hemos estado luciendo. Hay que ceñirse de un manto con colores alegres porque el duelo se termina ya. Hay que sacar la alegría y compartirla. Y la alegría no es otra que el saber que la justicia y la salvación han llegado a nuestras puertas y se han tornado en un regalo pero no son un regalo individual sino es algo que podemos compartir con los demás. Entonces las buenas noticias hoy son un oráculo de restauración. Una especie de bálsamo curativo. Y necesitamos ser sanados. Por dentro y por fuera. Como Israel.

Adviento nos trae una buena noticia. Aquí y ahora necesitamos compartir la alegría de la esperanza cristiana porque nuestra cultura no es alegre. Nosotros no celebramos la vida. Nosotros celebramos la muerte. Vivimos en una cultura del entretenimiento para esconder nuestras lágrimas y nuestros dolores. Por eso buscamos la alegría en pequeños trozos, en porciones, en intervalos. Pero la verdadera alegría que tú y yo añoramos es un regalo del Espíritu del Sr. Dios para los que atesoran la fe. Para los que encienden una luz y la colocan en la ventana para derrotar a la oscuridad.

Adviento nos trae una buena noticia. Pero de la alegría que habla el profeta no se puede comprar en ningún mercado. Pero es la señal distintiva del cristiano. Podemos vivir entre zarzas y espinos y mostrar alegría. Podemos experimentar malas experiencias y mostrar alegrías. La memoria y las emociones pasajeras no son las que determinan la alegría cristiana. No hemos sido llamados a vivir de recuerdos sino de esperanza y de una esperanza viva. Gracias damos a Jesucristo nuestro Señor y Salvador.

Adviento nos trae una buena noticia. El luto ha terminado. Podemos deshacernos de la ropa negra y vestirnos con un manto de colores. Vienen días donde los pequeños gestos cobrarán mucha importancia. Vienen días de alegría.

Augusto G. Milián 

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