Hay un tiempo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querida iglesia:

Todo tiene su tiempo. Hay un tiempo para hacer promesas.

Para cada uno de nosotros la palabra casa tiene un significado diferente. Esta es una de las palabras que también ha cambiado con los siglos. Antes una casa era un lugar donde vivíamos con habitaciones y muebles. Hoy la casa es algo más que un simple espacio. Es ese un lugar de seguridad, de serenidad, de estabilidad y de paz. O al menos es a lo que aspiramos para nosotros y para las personas que queremos y que están lejos.

Hoy la lectura del Antiguo Testamento nos dirige al segundo libro del profeta Samuel. En estos pasajes se nos narra el origen del reino de Israel. El comienzo de la nación hebrea. Es una lectura muy adecuada para los que esperan. Para los que creen, pero que no pueden ver lo prometido. Ahora tenemos delante de nosotros a dos personajes  que han tenido un rol importante: el profeta Natán y el rey David. Es este relato el comienzo de una promesa. Es el momento cuando los planes del rey coinciden con los del Sr. Dios y tienen su aprobación mediante las palabras de un profeta.Cosa poco frecuente en las Escrituras.

Se nos anuncia lo que hará David como rey: pacificar el reino y fortalecer la monarquía. Pero hay un proyecto que va tomando forma. Que deja de ser un sueño. Que puede expresarse con palabras: la construcción de un templo para el Dios de Israel. Una casa para el Sr. Dios.

Después de algunos meses, nosotros, estamos aprendiendo a valorar la casa que habitamos. No porque sea grande o pequeña. No porque tenga una terraza o tenga jardín. Ahora la casa es el lugar donde podemos refugiarnos, donde podemos encontrarnos, donde podemos estar a salvo de epidemias. Pero también es el lugar donde esperamos volver a encontrarnos, donde podremos recibir a los invitados.Y poner un mantel sobre la mesa y decir: Gracias por estos alimentos.

A los hombres y a las mujeres nos gusta hacer promesas. Nuestras vidas están inundadas de ellas. Desde que comenzamos a respirar trás el nacimiento hasta que dejamos de hacerlo con la muerte hay un tiempo para hacer una promesa. Pero hoy las Escrituras nos aclaran que es el Sr. Dios quien estableció el tiempo para que las promesas lleguen a su cumplimiento. Para que ocurran. Y es que hay un tiempo para hacer promesas y un tiempo para cumplirlas. No antes ni después sino en el tiempo del Sr. Dios. Quizás hasta podamos hacer un gráfico y saber donde estamos. El tiempo de las promesas se extiende desde la época de los profetas hasta los días de Juan el Bautista. El tiempo del cumplimiento de las promesas es desde el nacimiento de Jesús hasta el final de los tiempos.

Pero al Sr. Dios no le bastó con la palabra dada y optó por dejar constancia escrita de ella. Y en esta mañana tenemos la Escritura para recordarlo. Tenemos a un Sr. Dios que cumple lo prometido. Alguien que no es como los hombres y las mujeres a quienes sus palabras se las lleva el viento.

Se nos prometió la vida sin miedos, las bienaventuranzas a los que estaban tristes, el perdón a los que eran culpables, la compañía a los que estaban solos, la gracia a los que estaban sujetos a las legislaciones. Se nos dijo que el amor sería más grande que la muerte. Se nos afirmó que el Sr. Dios nos haría compañía todos los días, hasta el fin del mundo. 

Y aqui y ahora nos preparamos para ver su cumplimiento en un niño que nos va a nacer. Y al que nosotros llamaremos Jesús. Porque salvará al mundo de tanta oscuridad. Nos salvará a ti y a mí.

Querida iglesia: Todo tiene su tiempo. Hay un tiempo para hacer promesas. Y hay un tiempo para cumplir lo prometido. 

Amén ///

Augusto G. MIlián

 

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