Los discípulos esperamos muchas cosas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Los discípulos esperamos muchas cosas de esta vida.

A los discípulos no les gustan las historias de Adviento. Y es que en Adviento todo parece ir más lento. Todo es más sencillo. No hay muchas luces. No hay mucho brillo. No hay mucho incienso. A los discípulos no les gusta esperar. Ellos prefieren que las cosas ocurran rápido y de manera urgente. Y es que los discípulos han sido domesticados por la cultura de la inmediatez. Y por ello no muestran paciencia en sus vidas cotidianas.

Pero para escuchar las historias de Adviento se necesita de tener en reposo el corazón y la mente. Se necesita estar en calma. Tener un poco paz. Acallar todos los ruidos. Tanto los que vienen de afuera como los que vienen de adentro. Y es que Adviento es entre otras cosas una historia de anunciación. Se nos narrará que lo prometido está por llegar. Que lo que un día se anunció ya se avizora en el horizonte. Que el regalo prometido ya está cerca.

Los discípulos esperamos  regalos costosos y populares. Pero la historia de Adviento nos dice que el regalo que nos ofrecerá el Sr. Dios no sabe hablar todavía ni puede caminar aun, y sin embargo ya conoce todos nuestros caminos y todas nuestras palabras.

Los discípulos esperamos un héroe que nos salve de las angustias y el dolor y el Sr. Dios nos ofrece un niño. A ese niño nosotros le llamamos Jesús.

Lectura del evangelio de Lucas 1

26 Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret, un pueblo de Galilea, 27 a visitar a una joven virgen llamada María, que estaba prometida en matrimonio a José, un varón descendiente del rey David. 28 El ángel entró en el lugar donde estaba María y le dijo: Alégrate, favorecida de Dios. El Señor está contigo.

29 María se quedó perpleja al oír estas palabras, preguntándose qué significaba aquel saludo. 30 Pero el ángel le dijo: No tengas miedo, María, pues Dios te ha concedido su gracia. 31 Vas a quedar embarazada, y darás a luz un hijo, al cual pondrás por nombre Jesús. 32 Un hijo que será grande, será Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le entregará el trono de su antepasado David, 33 reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.

34 María replicó al ángel: Yo no tengo relaciones conyugales con nadie; ¿cómo, pues, podrá sucederme esto?

35 El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Dios Altísimo te envolverá. Por eso, el niño que ha de nacer será santo, será Hijo de Dios. 36 Mira, si no, a Elisabeth, tu parienta: también ella va a tener un hijo en su ancianidad; la que consideraban estéril, está ya de seis meses, 37 porque para Dios no hay nada imposible. 38 María dijo: Yo soy la esclava del Señor. Que él haga conmigo como dices.

Entonces el ángel la dejó y se fue.

Oración

Señor de la vida

Hay días que tenemos los oídos cerrados a tus palabras. Y es que las preocupaciones y los ruidos de nuestros ajetreos nos impiden escuchar. Tú nos anuncias esperanzas y nosotros sólo vemos lo que tenemos delante. Tú nos invitas a mirar con el corazón y nosotros insistimos en ver con los ojos. Tú nos anuncias la llegada de la paz y nosotros nos angustiamos con las noticias sobre las muertes y las enfermedades que llegan a casa.

Espíritu Santo, rompe nuestros corazones de piedra, porque necesitamos corazones de carne para escuchar las palabras de Dios.

A Jesús, nosotros esperamos. Amén.

Augusto G. Milián

 

 

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