¿Quién nos abrazará cuando haga frío?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SobreSobre Isaías 40: 1-5

El invierno siempre llega. Y tendremos que preguntarnos entonces cómo mitigar el frío para que no nos devore el alma. En este segundo domingo de Adviento encontramos en las Escrituras hebreas una invitación que nos empujar a ponernos en movimiento: ¡preparad el camino del Señor! Es una invitación a no quedarnos quietos porque lo que se nos había anunciado ya está en marcha. Como el invierno, el Mesías viene. Permítanme hacer un poco de historia. La época del destierro a Babilonia se presentó para Israel como una temporada de penas y dolores. De muchas zarzas y muchos espinos. Los israelitas ahora saben lo que son las asperezas del exilio. Saben lo que es los dolores de la perdida. Saben lo que significa vivir lejos de la tierra donde nacieron. Entre los extravíos que han dejado atrás está el Templo de Jerusalén y los profetas. Hasta sin un rey se han quedado. Están desconsolados. No tienen cantos que entonar junto a los ríos de Babilonia. Por no tener, ni esperanza tienen. Tal es la crudeza de los inviernos que van por dentro.¿Quién abrazará a Israel ahora que tiene frío? El Mesías viene.

Pero nada es para siempre. Nada. Es en la prueba que la fe se asoma entre las incertidumbres. Es en medio de las dificultades que la esperanza comienza a dar sus primeros pasos. Pero la fe y la esperanza le hablan a Israel de volver a casa. De retornar. Y entonces entra el Sr. Dios en la historia de los hombres y las mujeres quitando reyes y poniendo reyes. Y Ciro, el rey de los persas entonces abre las puertas que habían estado cerradas. Es el año 539 antes que nazca el Mesías. Y el profeta entonces puede volver abrir su boca para dar un oráculo. El Mesías viene.

¿Cuáles son las primeras palabras para enfrentar al frío? Las primeras palabras hablan de una alteración que viene caminando desde el horizonte: ¡el destierro se acaba, el destierro se acaba, el destierro se acaba!¡ Y llega el consuelo! El mesías viene.

¿Quién nos abrazará cuando tengamos frío? Sólo hay una respuesta a este tipo de pregunta. Y no sólo la puede responder Israel, también nosotros la podemos hacer nuestra aquí y ahora: el Sr. Dios. El Sr. del Consuelo siempre toma la iniciativa. Siempre da el primer paso. Siempre sale a nuestro encuentro  y nos abraza. Siempre hace uso de la gracia. Siempre manda a hacer una fiesta porque estábamos perdidos y hemos sido encontrados. A El y a sus enviados se les conoce desde la distancia porque lo primero que muestran al mundo no es la fuerza sino el consuelo. El Mesías viene.

¿Y qué haremos nosotros frente al hecho de ser consolados? Las opciones no son muchas en realidad. O mostramos indiferencia o nos remangamos las mangas de las camisas. Así que no perdamos tiempo. Primeramente recobremos el ánimo. Estemos dispuestos a rehacer el camino que nos ha conducido a estar lejos de Dios y de su pueblo. Hay que preparar el camino que vamos a transitar y esa preparación requiere mirarse por dentro. Preguntarse si tenemos la suficiente fuerza para salir al camino. La suficiente fe para aceptar los desafíos que la vida nos pone delante. La esperanza necesaria como para desafiar a todos los cierzos y soledades que en el camino habitan. El Sr. Dios mira a su pueblo y su pueblo no puede quedarse con los brazos cruzados. Hay que quitar las piedras, barrer el polvo, limpiar las malezas. El Mesías viene.

Este Adviento se ha convertido en nuestro propio éxodo. En el tuyo y el mío. Y es que solo no podremos avanzar. Adviento tiene palabras que el profeta no puede callar y que nos hablan de salir de nuestra quietud, de nuestras tristezas, de ese lugar donde nuestros recuerdos son los que se imponen. Adviento tiene palabras de salvación para ti y para mí. Y es que no nos salvamos solos. Adviento tiene palabras de esperanza para estos días de inquietud y zozobra. El Mesías viene.

Querida iglesia: ¿Si tú me preguntas quién nos abrazará ahora que el invierno llega? ¿Quién nos liberará del frío? ¿Quién nos quitará este corazón de piedra y nos dará un corazón de carne? La respuesta es una sola. Solo el Sr. Dios nos abrazará. Sólo el Sr. Dios nos liberará. Sólo el Sr. Dios nos ofrecerá un corazón nuevo.Querida iglesia: no tengáis miedo. ¡Encended una luz en la oscuridad! El Mesías viene.

Augusto G. Milián 

 

 

 


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