Cosas que no se pueden comprar en un supermercado
Pensanso en voz alta
Los discípulos buscamos la íntimidad. La deseamos. La necesitamos. Pero ella no siempre está a nuestro alcance. No siempre está disponible donde la buscamos. No siempre nos hace crecer.
En la
sociedad judía del siglo I d.C, la familia era el lugar donde se esperaba que se
manifestara la intímidad. Pero Jesús nos trasloca esta idea y la situa sobre todas
las cosas en un encuentro personal con el Sr. Dios. Quizás, entonces alguno de nosotros puede
llegar a pensar que la familia de Jesús no lo comprendía del todo. Que les resultaba un extraño. O lleguemos a imaginarnos a Jesús como un desapegado. Como alguien que no es capáz de tener vínculos duraderos. Pero no nos dejemos llevar por las
apariencias. Miremos más allá de las palabras. Jesús pretende que sus
discípulos valoren los vínculos que van más allá de las obligaciones con la sangre, con la tribu, con la denominación, con la nación.
Los discípulos estamos llamados a ensanchar nuestras relaciones interpersonales, pero para ello necesitamos disponer de confianza, de fidelidad, de bondad, de compasión, de fortaleza. Y estas cosas no las podemos comprar en un supermercado. Es en las relaciones con otras personas donde podemos hacer uso del amor. Donde descubrimos que amamos porque antes hemos sido amados. Es en el diálogo diario con el Sr. Dios que nos enteramos que él nos llamó por nuestro nombre antes que nuestros padres nos pusieran un nombre. Es en él donde deberíamos buscar primeramente la intimidad.
Muchas veces buscamos al Sr. Dios en las capillas o en los templos y donde lo hemos perdido es en nuestros corazones. Quizás sea el momento de buscarlo allí. Aunque lss Escrituras nos quemen, aunque nuestras oraciones nos desnuden y aunque el encuentro con nuestros hermanos de la fe nos muestre tal como somos y no como nosotros creíamos que erámos.
Es en la vida que vivimos, aqui y ahora, donde nos podremos encontrar con el Sr. Dios. Donde podemos amar al prójimo como a nosotros mismos.
Lectura del evangelio de Marcos, 3: 31-35
Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús; pero se quedaron fuera y enviaron a llamarlo. 32 Alguien de entre la gente que estaba sentada alrededor de Jesús le pasó aviso: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y te buscan.
Jesús les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y, mirando a quienes estaban sentados a su alrededor, añadió: Estos son mi madre y mis hermanos. 35 Porque todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Oración
Señor y dador de la vida:
Gracias por el dia que tengo para respirar con libertad. Gracias porque es a través de mi encuentro diario contigo donde se me ofrece el espacio para saber quién soy y que puedo hacer por mi familia, por mis amigos, por los desconocidos. Que sea el Espíritu de Dios quien haga posible que esta relación pueda profundizarse. Echar raices. Guíame en medio de lo cotidiano para hacer tu voluntad y no la mía. En Jesús tenemos memoria. Amén.
Augusto G. Milián
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