Esa propensión nuestra a construir tiendas rústicas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A los niños les gusta construir tiendas rústicas. Las construyen con ramas del jardín, con cajas de cartón o con sábanas. Son sus refugios imaginarios. Sus castillos fuertes. Afuera está el mundo que no comprende, el lugar donde habitan los monstruos. Dentro, es un país ideal. Controlable. Pero irreal.

Hoy Marcos nos cuenta el viaje de Jesús con tres de sus discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, al monte Tabor, en la Baja Galilea y a unos 17 kilómetros del lago de Tiberiades.  Hemos escuchado que cuando están allí los discípulos que le acompañan se muestran asustados porque Jesús adquiere otra apariencia, aparece acompañado por dos personajes del pasado con las que conversa y una nube les ha rodeado.

La impulsividad de Pedro no se hace esperar y propone hacer tres tiendas rusticas donde puedan descansar Jesús, Elías y Moisés. Pedro no entiende lo que pasa. Y es que la impulsividad no nos permite descifrar las señales. Nos torna ciegos. Violentos. Pero es en medio de estas circunstancias que los discípulos escuchan las palabras: ¡Este es mi hijo amado, escuchadlo a él!

Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás profetas, maestros, teólogos, pastores, líderes y predicadores no tienen luz propia. Sólo Jesús se sabe amado por el Padre. Sólo Jesús tiene palabras llenas de vida. A él deberíamos escuchar en primer lugar. Lo importante no es creer en Moisés o en Elías, sino escuchar a Jesús. Lo decisivo no es sostenerse sobre las instituciones o las tradiciones, que vienen y van, sino centrar nuestra atención en Jesús.

Sólo a través de una comunión creciente con Jesús es que podemos transformar nuestra identidad, nuestros criterios, nuestra manera de conducirnos por la vida. Sólo escuchando a Jesús es que podemos vivir de manera diferente a la propuesta que nos hace la cultura imperante. Una propuesta donde impera la ley del más fuerte, o del más rico, o del más atractivo, o el que más seguidores tiene, o del que grita más alto. Nos hemos acostumbrado a que el mundo es un campo de batalla desde cada uno de nosotros hace lo que puede y se defiende como mejor sabe, pero esto no significa de que sea el mundo que Jesús nos propone. En el mundo de Jesús no hay intocables, no hay excluidos, no hay gente sucia, no hay personas que son manipulados por las emociones como si fueran un papel que es arrastrado por el viento de aquí para allá. Jesús nos invita a crecer y a dejar de construir tiendas rústicas.

Las nubes son el símbolo de lo incomprensible, de lo extraño. Pueden hasta significar nuestros dolores personales y nuestras desesperanzas. Las nubes pueden darnos miedo. Pero el miedo no nos hace mejores personas. El temor no es la base de la fe. No es el centro de nuestra esperanza. No estamos aquí en esta mañana porque el miedo nos ha convocado. Estamos aquí porque el Espíritu Santo nos ha llamado por nuestros nombres y nos ha dicho que somos los amados del Sr. Dios. Estamos aquí porque queremos escuchar a Jesús. Porque queremos ser bienaventurados. Porque necesitamos ser bendecidos.+

Augusto G. Milián

 

 

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