¿Y tú? ¿Y tú que llevas en tu alforja?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Pensando en voz alta

¿Y tú, y tú que llevas en tu alforja?

La compasión es una actitud rara en nuestra cultura. No todos la hemos experimentado. No todos la podemos ejercer. Algunos, hasta han olvidado su significado. Pero si tenemos claro que lo contrario a la compasión es la insensibilidad. El endurecimiento del corazón. En su esencia más primaria, ser compasivo es poseer la habilidad de comprender el sufrimiento de los otros y es esta destreza la que nos empuja al deseo de aliviarles o reducirles sus padecimientos.

Los discípulos estamos esperando constantemente que el Sr. Dios nos dé de comer. Y aquí hablamos de los alimentos para el alma y para el cuerpo. Hay días que pedimos cariño para nosotros, que pedimos ser comprendidos por los demás, que pedimos misericordia  sobre nosotros. Otros días, que muestre su compasión  el Sr. Dios acallando nuestros apetitos más elementales. Y para que no se le olvide le musitamos al oído: Padre: danos cada día el pan que necesitamos. Los discípulos vivimos en un mundo donde la compasión parece haberse exiliado. Un mundo donde el amor de muchos se ha enfriado escandalosamente.

Pero hay preguntas que han de hacerse los discípulos si pretenden dejar de mirarse sus propios ombligos y abandonar ese estado de infancia en la fe que tantos altibajos espirituales les provoca: ¿Tengo yo compasión de los demás? ¿Estoy yo dispuesto a comprender que también los otros están cansados? ¿Qué también los demás se sienten inseguros? ¿Qué hay gente a mí alrededor llenos de temores?

Las Escrituras nos narran que Jesús no sólo tocaba a los intocables, que no sólo aliviaba a los enfermos; sino que había momentos que daba gracias por el pan que tenía delante, que levantaba sus ojos al cielo y que después bendecía los alimentos.

Como veréis el camino de la compasión suele comenzar con una acción de gracia. Quizás, quizás, quizás hoy no hay nada más contracultural que dar gracias por el pan.

 ¿Y tú? ¿ Y tú que llevas en tu alforja?

 Lectura del evangelio de Marcos 8: 1-10

Por aquellos días se reunió otra vez mucha gente. Cmo no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da lástima esta gente. Ya hace tres días que están conmigo y no tienen nada que comer. Si los despido y los dejo ir a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Y algunos han venido de lejos. Los discípulos le contestaron: Pero ¿de dónde podrá uno sacar pan para dar de comer a todos estos en este lugarapartado? Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete. Jesús dispuso que la gente se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes, dio gracias a Dios, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que ellos los distribuyeran. Y los discípulos los distribuyeron entre la gente. Tenían además unos cuantos peces; Jesús los bendijo y mandó que los repartieran. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía se recogieron siete espuertas de los trozos sobrantes de pan. Luego Jesús despidió a la multitud, que era de unas cuatro mil personas. A continuación subió a la barca con sus discípulos y se dirigió a la región de Dalmanuta.

Oración

Señor del pan y de los peces:

Gracias por los alimentos que hoy estarán en mi mesa. Gracias por las manos que los han preparado. Gracias porque ahora sé que todo lo bueno viene de ti. En Jesús nosotros confiamos. Amén,

Augusto G. Milián

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