A veces llega la noche


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

A veces llega la noche. A veces las despedidas llegan en el momento menos oportuno. Cuando creíamos que teníamos todo un horizonte por delante.

La mayoría de las despedidas son tristes. Nos duelen. Y es que nos recuerdan que las cosas tienen un fin. Y entonces se nos hace una especie de nudo en la garganta que nos impide declamar palabras y algo salado y húmedo recorre el rostro. Si, las despedidas nos hacen enmudecer con mucha frecuencia. Nos dejan sin palabras que pronunciar en voz alta. Pero hay algo peor que una despedida y es irse sin decir adiós.

Los discípulos creen que el Maestro estará con ellos siempre. Y para ellos, siempre significa eternamente. Los discípulos están inundados de apegos. No sólo sienten una especial inclinación por las construcciones propias sino que están atados a sus propias ideas, a sus propias tradiciones, a las costumbres que conocen desde que nacieron y hasta han llegado a imaginarse a un Maestro que ha de permanecer acompañándoles y pasándoles la mano hasta el fin de los tiempos. Pero la realidad del Maestro es otra. Su misión es todo lo contrario a lo que los discípulos anhelan de él. Los discípulos después de tantos años siguen sin comprender al Maestro. Siguen buscando un chivo expiatorio.

Jesús cree que las despedidas son necesarias. Que son las que propician las resurrecciones y los renacimientos. Las que condicionan los regresos. Las que fortalecen la esperanza. Jesús cree que un día sus discípulos tendrán que abandonar los alimentos blandos y la infancia espiritual y se aferraran a una fe adulta para crecer. Para tener una relación con el Sr. Dios.

Los discípulos de Jesús son los que en medio de la noche oscura saben que el amanecer traerá la luz y calor. Calor y luz si hay valor y fe.    

Lectura del evangelio de Juan 13: 21-30

Después de decir esto, Jesús se sintió profundamente conmovido y declaró: Os aseguro que uno de vosotros va a traicionarme.

Los discípulos se miraban unos a otros preguntándose a quién se referiría. Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús tanto quería, estaba recostado al lado de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. El discípulo, inclinándose hacia Jesús, le preguntó Señor, ¿quién es?

Jesús le contestó: Aquel para quien yo moje un bocado de pan y se lo dé, ese es.

Lo mojó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo cuanto antes.

Ninguno de los comensales entendió por qué Jesús le dijo esto. Como Judas era el depositario de la bolsa, algunos pensaron que le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o que diera algo a los pobres. Judas tomó el bocado de pan y salió inmediatamente. Era de noche.

Oración

Padre nuestro:

Sopórtanos en medio de la noche. Consuela nuestros desgarros. Cura nuestras heridas que van por dentro. Haznos crecer sin que perdamos la compasión. Endurécenos sin que dejemos de ser generosos. En Jesús nosotros esperamos. Amén.

Augusto g. Milián 

 

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