Entre la luz y las tinieblas.





















Querida iglesia.

Si miramos el contexto de nuestro relato de esta mañana nos encontramos a Jesús que tiene un diálogo con un líder fariseo llamado Nicodemo, donde se nos dice entre otras, cosas que este maestro de Israel visita  a Jesús de noche para hablar sobre lo bien que Jesús ha sido recibido por algunos judíos, y en particular por sus milagros.

Nicodemo no se amilana en afirmar que Dios está con Jesús. Sin embargo, Jesús quiere asegurarse de que Nicodemo ha entendido que se necesita un compromiso espiritual para entrar al reino de Dios. Le dice: tienes que nacer de nuevo, algo que Nicodemo no parece entender a lo largo de este diálogo. Al fin, es el autor del texto mismo quien nos termina la historia que tuvo lugar y comienza su propia interpretación teológica de las palabras de Jesús. En este capítulo tres de Juan, podremos notar que hay un  cambio conversacional: de un diálogo a un monólogo. Y esto es lo que hemos escuchado en la lectura del Nuevo Testamento.

Miremos un poco atrás En las Escrituras. Nosotros hemos podido leer que en el libro de Números  21, Moisés hace una serpiente de bronce y la levanta en un asta, para que cuando alguien del pueblo sea mordido por una serpiente, mire a esta serpiente de metal y se sane. Juan nos dice ahora que de la misma manera Jesús será levantado para dar vida eterna a su pueblo.

Sin embargo, para que los creyentes puedan participar en los resultados de esta exaltación de Cristo, tiene que haber un compromiso de fe. Por lo tanto el autor promete vida eterna, en una determina situación de fe: para los que creen. Esta tesis se elabora en el famoso texto de Juan 3:16 donde el autor enfatiza el amor de Dios para toda la humanidad al dar, una especie de entregar como un regalo, a su Hijo.

Aunque el mundo no ama a Dios, Dios lo ama tanto que envía un regalo de salvación, en la persona de su Hijo. Sin embargo, este amor de Dios no puede abolir la elección que cada uno de nosotros hacemos. A esto llamamos libre albedrío. El Sr. Dios no envía su Hijo para traer juicio, sino salvación. Pero el amor de Dios es tal que quiere que tengamos la libertad para escoger: creer o no creer. Por lo tanto, si uno escoge la fe, entra en el plan de rescate que Dios tiene para toda la humanidad.  Los que decide no poner su fe en Dios y su gesto de amor, se condena por su propia decisión. El envío o regalo de Dios se traduce para algunos es salvación y para otros, en condenación. 

Cuando Rudolf Bultmann, el teólogo protestante alemán, analiza este pasaje nos aclara un poco más la manera de entender de Juan la visión de Jesús. Nos escribe: en la decisión de creer o no creer, se hace evidente lo que uno verdaderamente es y lo que siempre ha sido, o sea, lo bueno o malo. En nosotros está la luz y las tinieblas. Sin embargo, creo que la dinámica no está en lo que hemos sido, buenos o malos, sino en lo que con fe podamos hacer en la luz de Cristo.

Querida iglesia:                            

Jesús es la luz del mundo. Ilumina a todos, a menudo de una forma misteriosa que muchas personas  no lo pueden entender. Un escritor de la iglesia primitiva dijo: los injustos, privados de la luz, oran en la oscuridad. Me gustan esas palabras porque me empujan a buscar la justicia del Sr. Dios y me hacen orar: Señor, déjame vivir en la luz que viene de ti.

Augusto G. Milián

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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