La violencia en el corazón


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I. Atalía

a.     En II Reyes se nos cuenta la historia de la reina Atalía, que fue reina de Judá durante el período de 842 a. C 835 a. C. Era hija de Ajab, rey de Israel, y de Jezabel, la princesa de Tiro que aparece en las Escrituras. Sin embargo, algunos eruditos creen que era hermana de Ajab, en lugar de su hija. Al casarse con Joram, se convirtió en reina consorte de Judá. Cuando murió su esposo su hijo Ocozías se alzó con el trono, pero por escaso tiempo, hasta que la revuelta de Jehú acabó con él y con todos los descendientes de Jezabel, tanto en Israel (Joram, hermano de Atalía) como en Judá.

b.    Una vez de mantenerse como regente, quiso hacerse con el trono, por lo que hizo exterminar a los descendientes de la casa de David, ejecutando a cuantos príncipes pudo encontrar. Sin embargo, Jehosheba hermana del rey Ocozías, protegió a uno de ellos, llamado Joás, que luego sería rey, entregándolo en secreto al cuidado del sumo sacerdote Joiada quien lo presentó en público por sorpresa. Después de este golpe de efecto, Atalía fue capturada y ejecutada. Durante su reinado, había tolerado el culto al dios Baal, por lo que se ganó el odio de los sacerdotes del Dios de Israel.

 II. Estructura de la violencia en las Escrituras.

 a. Definiendo la estructura: Podríamos hablas de algunas acepciones de la palabra.  i. centro oculto que supera los elementos visibles. P. e, en el texto bíblico será la idolatría.

ii. una colección de elementos que dependen uno de otros.

iii. elementos referidos a una situación determinada.  P. e, el decálogo.

 b.     Para entender la violencia en la Biblia hay que sujetarse a la comprensión de su relación con el decálogo. Un ejemplo interesante lo encontramos no en el AT, sino en el NT, el la carta de Santiago, capítulo 2. 10:

 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el mismo que exige que no cometieras adulterio nos dice que no matemos.                                                                                                                      O sea, si no  cometes adulterio; pero matas, ya eres un trasgresor de la ley. Un violento.

 

III. Violencia, ídolo y sacrificio.

 a.     Hay una relación entre la violencia y la idolatría que no nos debe resultar muy extraña en las Escrituras. Cuando los hebreos quieren tener algo a qué adorar recurren al becerro de oro. ¿Por qué un becerro y no otro animal? Quizás es una pregunta que no nos hemos hecho. Un becerro, es un toro joven. Símbolo de la vitalidad, de la masculinidad, del poder de la reproducción, de la fortaleza. El toro joven era también el animal de compañía de Baal, el dios de los cananeos.

b.    Lo que ocurre a los pies del Sinaí, en Éx. 32, puede estar inspirado en las prácticas de Jeroboán, primer rey del norte de Israel que hizo colocar en los extremos de su territorio a dos becerros de oro. Ver 1 Re. 12:28. Cuando en la narrativa bíblica se interpreta la historia del reino del Norte, lo que realmente se menciona son los pecados cometidos por los reyes que conllevan a la catástrofe del pueblo.

c.     Hay otra razón, muy problemática desde la teología, y para la cual no sabemos como afrontar: el sacrificio animal en el AT.

i.                Sabemos por la legislación del templo la imposición de sacrificios sangrientos, solemnes, numerosos y continuos.

ii.              También sabemos que en algún momento de las Escrituras, el movimiento de los profetas se tomó distancia de los sacrificios. Ver Os. 3:4 y Os.6:6-7

iii.            Nos resulta necesario por tanto echar una mirada algunos textos que nos hablan de las primeras prácticas de Israel. Ver Jueces 17 y 18 donde parece que existen ciertas realidades que otros libros parecen ignorar.

   IV. La inmolación de un hijo.

 a.     Una de las formas más escandalosas de la violencia, es sacrificio  de niños. En especial la del hijo mayor. Típica de la cultura cananea. Ver 2 Re.3:27. Ver Jueces 11.

b.    El profeta Ezequiel, como siempre, va mucho más allá en su crítica a la idolatría que se había asentado en Israel. Ver Ez. 16:20. Esta recriminación tan impresionante, escrita durante el destierro, nos confirma dos datos:

i.                las prácticas de sacrificar niños está en los orígenes cananeos de Jerusalén. Ver Ez. 16: 3,44.

ii.              la Jerusalén en los tiempos de la monarquía no había logrado desprenderse de tales costumbres.

     V. Expresiones y comentarios.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico