¿Por qué gritan?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay muchos llamados a la humildad en las escrituras del Nuevo Testamento; por ejemplo, Pablo escribe: por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. (Romanos 12: 3). Sin embargo, no debemos confundir la humildad genuina con debilidad y/ o obsequiosidad. El reconocido teólogo del siglo XXI, C.S. Lewis, observó una vez: la humildad no es pensar poco de sí mismo, sino pensar menos en sí mismo.

Sospechamos que Jesús pretende que los discípulos seamos humildes. Él mismo se erige en un modelo que en este aspecto nos puede inspirar. Pero recorrer Jerusalén en un burro en lugar de un caballo en ese primer día de la semana, que la tradición cristiana a denominado Domingo de Ramos, ¿fue un gesto de su humildad, paz y buena voluntad, como se dice con tanta frecuencia? O, en lugar de ser humilde, ¿estaba Jesús haciendo lo posible para llamar la atención y, de ser así, por qué?

La entrada en Jerusalén, como se describe el evangelio de este día, en realidad tiene mucha similitud con una provocación. Y quizás no es del todo humilde, en el sentido de que atrajo toda la atención hacia sí mismo. En realidad, Jesús no era humilde en la manera en que los sacerdotes, los escribas y algunos de los fariseos a menudo querían que fuera humilde; es decir, sumiso al hombre y a las tradiciones en lugar de obediente a Dios, incluso cuando el hombre se opone a los propósitos de Dios..

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Mi invitación en esta mañana no reforzar la  interpretación de que el burro es señal de humildad. Y es que hay mucho más en juego, una especie de contradicción entre las acciones de Jesús y los discípulos ese día que, de hecho, fueron profundamente humildes, y nuestra comprensión habitual de la humildad. William Barclay, en el comentario que hace sobre este pasaje dice: entró en Jerusalén de una manera que deliberadamente lo colocó en el centro del escenario y deliberadamente clavó todos los ojos en sí mismo. A lo largo de sus últimos días hay en cada acto una especie de desafío magnífico ; y aquí comienza el ultimo acto con un golpe del guante, un desafío deliberado a las autoridades para que hagan lo peor..

La mayoría de las  veces intentamos resolver algunos de los problemas planteados en el evangelio leído al eludir la entrada en la ciudad hecha de manera provocadora y saltar de inmediato a la narrativa de la pasión que sigue. Jesús no es un inocente que no sabe lo que hace al entrar de esta manera tan popular en la ciudad. Sin embargo, lo que se pierde al reducir la manera de leer el texto es a perder el rico contexto histórico, el lenguaje directo del evangelista en el original en cuanto a este asunto y, por supuesto, la explicación de la humildad como nosotros la asumimos.

La entrada triunfal es realmente una entrada provocadora destinada a desencadenar los acontecimientos del viernes, porque lo que si nos dice el evangelista es que la gente recibió a Jesús como si fuera su rey. El rey de Israel. La procesión con palmas y ramas a menudo se conoce como la entrada triunfal, pero si seguimos leyendo descubriremos que al final del día no hubo triunfo, no hubo levantamiento masivo, no se derrocó la ocupación romana, no se estableció el reino de los cielos. En cambio, el resultado de la estrada provocadora fue que una jerarquía religiosa fue arrinconada en una esquina, y se les presentó la oportunidad de atacar a Jesús con el cargo de traición contra Roma.

¿Por qué la entrada fue tan provocadora? En parte, se debe a ese al burro. De acuerdo con la costumbre, esta es la forma en que los reyes judíos entraban en Jerusalén para comenzar su reinado, el burro señalaba la humildad y la buena voluntad del rey para con la gente que iba a gobernar. Y no deberíamos dudar que Jesús estaba al tanto de la Escritura que dicen: ¡alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, Salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna. Esto lo dice el libro del profeta Zacarías 9: 9. Ya sea conscientemente o no, la gente estaba respondiendo a ese antiguo pronunciamiento, y tal vez recreando un antiguo ritual de coronación. En el Salmo 118: 26-27a leemos: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor los bendecimos

También podemos tener en mente que los fariseos habían sido ofendidos por Jesús en muchas ocasiones, pero la manera provocadora en que Jesús entró en Jerusalén debe haber sido la gota que colmó el vaso, lo que elevó su aversión hacia Jesús. Tal vez les molestaba que este galileo a quien la gente escuchaba le criticase sus propias enseñanzas, socavando así su autoridad. O tal vez comenzaron a temer que la gente se rebelara contra Roma al tratar de instalar a Jesús como su rey, lo que provocaría guerras y dificultades en toda la tierra. Cualquiera sea la razón, trataron de poner fin a lo que estaban viendo ese día cuando Jesús entró en la ciudad del Templo.

A esta altura de la historia, ya sabemos que Jesús no esperara ser coronado como rey, pero sí esperaba ser ejecutado, y ese era el propósito de la entrada. Puso en juego la secuencia de eventos que llevaron a su ejecución, con esto logró concluir su trabajo como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Espero que nosotros en este acontecimiento que narra los evangelios en esta mañana encontremos la luz, y comprendamos porqué Jesús permitió que su destino se sellara en ese día. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.

Salgamos ahora y hagamos cosas útiles. Cosas que hablen de nuestro seguimiento a Cristo y de nuestra humildad más que nuestras propias palabras y apariencias.  Miremos nuestra relación con el Señor Dios y con el Espíritu Santo por la cual obtendremos entendimiento de la Palabra de Dios. ¡Que ese mismo Espíritu nos guíe y nos sostenga, nos ilumine y nos proteja!

¿Por qué algunos gritan: ¡Hosanna!? En realidad no son otros. Somos nosotros los que gritamos.

Augusto G. Milián

 

 

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