¿Qué podré sostener entre mis manos?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Pensando en voz alta

¿Qué será lo único que podré sostener entre mis manos al final del camino? Esta pregunta me ha despertado al nuevo día.

Algunos de nosotros hemos escuchado ya esa voz que nos dijo un día: ¡Eres mi hijo amado!¡Eres mi hija amada! Algunos de nosotros sabemos que hemos sido llamados por nuestros nombres . Pero muchas veces, no sabemos a qué hemos sido llamados.  

Definitivamente, los discípulos son llamados para reaprender, pero también lo son para servir. Lo primero se nos torna cuesta arriba pues la cultura en que vivimos nos ha domesticado y ha dejado sus enseñanzas marcadas con fuego sobre nuestra piel. Lo segundo nos resulta muchas veces como una ofensa, y es que en realidad no aspiramos a ser siervos de nadie. Y es que asumir lo segundo nos cuesta mucho, pues es una especie de empujón para abandonar nuestras comodidades cotidianas, nuestros roles aprendidos, nuestras opiniones esgrimidas y que están basadas en las tradiciones. Pero ahora tú y yo sabemos que las tradiciones vienen y van como esos papeles zarandeados por el viento en medio de la calle.

Jesús pretende que los discípulos sean siervos. Que sean como estudiantes. Que abandonen las trivialidades. Que echen raíces. Que crezcan /// Porque sólo entonces podrán asumir una relación dinámica con el Sr. Dios.

Jesús sabe que la vida de los discípulos será un constante aprendizaje. Un viaje que han de hacer mientras tengan aliento Sabe que si los discípulos quieren caminar sobre las aguas tienen que salir de la barca. Sabe que tienen que abandonar todo alianza con el poder humano, con la religiosidad que impone cargas arduas de llevar, con las apariencias de piedad tan fáciles de practicar.

Al final del camino lo único que podremos sostener entre nuestras manos será el amor. Los discípulos creemos que es la fe o el tener dones. Pero Jesús sabe que es el amor. Sólo el amor.

Lectura del evangelio de Mateo 23

Jesús se dirigió entonces a la gente y a sus propios discípulos y les dijo: Los maestros de la ley y los fariseos han sido los encargados de interpretar la ley de Moisés. Obedecedlos, pues, y cumplid cuanto os digan; pero no imitéis su conducta, porque ellos mismos no hacen lo que enseñan: echan cargas pesadas e insoportables sobre los hombros de los demás, pero ellos no están dispuestos a mover ni siquiera un dedo para llevarlas. Todo lo hacen para que la gente los vea. Usan filacterias más anchas y flecos más largos que ningún otro; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes, sentarse en los lugares preferentes en las sinagogas, ser saludados en público y que la gente los llame “maestros”. Vosotros, en cambio, no os hagáis llamar “maestro”; vuestro único maestro es Cristo y todos vosotros sois hermanos unos de otros. Ni tampoco llaméis a nadie “padre vuestro” en este mundo, porque vuestro único Padre es el del cielo. 10 Ni tampoco os hagáis llamar “maestros”, porque vuestro único maestro es Cristo. 11 El más grande entre vosotros será el que se ponga al servicio de los demás. 12 Al que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará.

Oración

Escucha mi oración en este día Señor:

Que mi fe no sea hoy una carga pesada para mí ni para nadie. Jesús llámame por mi nombre. Jesús enséñame. Jesús, ¿qué quieres que haga con estas manos? Amén /// 

Augusto G. Milián

 

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