Abrimos el corazón y las ventanas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Abrimos el corazón y las ventanas cada día cuando llega la mañana. El corazón lo abrimos para ser consolados. Las ventanas para que el aire fresco entre a casa y se esparza como un aroma.

Y abrimos los labios y queremos hacer uno oración que nos arranque todos los dolores y todas las penas que este año hemos estado almacenando. Y abrimos nuestros labios para decir esa oración que aprendimos hace tanto tiempo atrás y que comienza diciéndole al Sr. Dios: Padre...

Si, los discípulos hemos aprendido a decirle al Sr. Dios, Padre. No ha sido una tarea fácil, nos ha costado.  Pero ahora tenemos esperanza y confianza. Oramos para que las costumbres no  nos tengan atrapados el corazón con tantos nombres rimbombantes y lejanos. Jesús nos ha renovado la imagen del Dios invisible. Si, ahora podemos decir, donde nadie nos ve: Padre, escucha mi oración…

A veces se nos olvida, pero Jesús nos ha enseñado a orar. Y nosotros, los discípulos hemos hecho nuestras sus palabras. Sus peticiones son las tuyas y las mías. Los discípulos podrán aspirar a ser muchas cosas en este mundo, pero sobre todas las cosas los discípulos son los que imitan a Jesús. Y ahora estamos aquí, en medio de un camino que nos lleva a casa entre el Padre y Jesús. Y podemos respirar sin que nos falte el aliento y dar gracias porque estamos en buenas manos. Ya no hacemos solos el camino. Estamos acompañados y nada nos faltará. Nada.

Quizás alguien pueda preguntarte un día si crees en la vida eterna. Y tú sólo podrás responder que crees en el Sr. Dios y Padre. Y por eso abres el corazón y las ventanas  cada día cuando llega la mañana.

Lectura del evangelio de Juan 17: 1-3

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Oración

Padre santo:                                                                                                                                                    Queremos comenzar a ver la eternidad aquí y ahora. Sabemos que no es un regalo sólo para el futuro. Es un regalo que podemos abrir hoy,  a descubrir hoy, a  aceptar hoy a través de nuestra fe. Queremos estar en contacto contigo mediante el Espíritu Santo. Deseamos una relación cercana. Una relación que dure para siempre, porque todos los demás encuentros son finitos. Padre: Creemos que la vida eterna no es solo para el cielo. Sino que se hace presente ahora en este día que comienza. Nosotros, de Jesús tenemos memoria. Amén.

Augusto G. Milián

 

 

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