El problema de la ceguera


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se nos ha dicho que hay un hombre que es ciego de nacimiento. Se nos ha dicho que ni él ni sus padres tienen culpa alguna, pero su destino quedará marcado para siempre tras el encuentro que ha tenido con Jesús. Y es que los encuentros con Jesús nos cambian. Pero algunos lo han olvidado ya después de tantos años en la iglesia. A este hombre los más religiosos lo mira como un pecador castigado por el Sr. Dios, y murmuran entre ellos: algo habrá hecho. Pero los discípulos de Jesús se preguntan si el pecado es del propio ciego o de sus padres. Los discípulos han crecido creyendo en la efectividad de un chivo expiatorio. Jesús no.

Hemos leido que Jesús mira al ciego de manera diferente al resto de las personas que pasan a su alrededor. Desde que lo ha visto sólo piensa en rescatarlo de la vida de indigente, de despreciado. Hemos leido que Jesús hace lo que ha visto hacer a su Padre y se siente llamado a defender, acoger y a curar precisamente a los que viven sin esperanza. Sin nada a que aferrarse.

Pero después de la curación llegan los problemas, no la fiesta.  El hombre, que antes estaba ciego descubre por vez primera la luz y habría que celebrarlo a los cuatro vientos. El encuentro con Jesús ha cambiado su vida. También ha de cambiar la nuestra. Ahora podría por fin disfrutar de una vida digna. Una vida sin temores. Sin vergüenzas.

Pero el hombre que antes estaba ciego se equivoca. No se hara una fiesta. Los dirigentes religiosos se sienten obligados a controlar la religión. Y a no permitir que ocurra nada raro. Nada diferente a lo que se venía haciendo desde siempre. Ellos se han dado permiso para designar quién es bueno y quién es malo. Ellos pretenden sentarse en el trono del Sr. Dios. Como si la vida sólo fuera en blancos y en negros. Ellos decidirán si este hombre que antes estaba ciego y ahora ve puede ser aceptado en la comunidad de fe. Por eso lo cuestionan. Lo reprenden. Lo echan fuera.

Nuestro hombre, el que antes estaba ciego ha confesado sin pelos en la lengua que ha sido Jesús quien se le ha acercado y le ha curado, pero los fariseos lo rechazan irritados: Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. El hombre insiste en defender a Jesús: es un profeta, dice, viene de Dios. Los fariseos no soportan la acción de Dios cuando rompe sus esquemas y hace viejas sus confesiones. Así que le echan en cara: ¿Es que también pretendes darnos lecciones a nosotros, tú que estás envuelto en pecado desde que naciste?. El orgullo siempre se muestra violento. Siempre pretende lanzar la primera piedra.

Y es entonces, cuando Juan nos narra la conversación entre Jesús y el hombre que estaba ciego. Podemos volver a leer el texto para no olvidarlo: cuando Jesús oyó que lo habían expulsado, fue a encontrarse con él. Si nos damos cuenta el diálogo es breve. Jesús es de pocas palabras cuando de lo importante se trata. Y entonces viene la pregunta de Jesús de si él cree en el Mesías. La respuesta del hombre es otra pregunta: ¿Y quién es, Señor, para que pueda creer en él. Jesús le responde conmovido: No está lejos de ti. Ya lo has visto. Es el que está hablando contigo. El mendigo le dice escuetamente: Creo, Señor.

Cuando alguien quiere saber cómo es el Sr. Dios debe mirar el comportamiento de Jesús. Y es que Jesús viene siempre al encuentro de aquellos que no son acogidos por la religión institucionalizada. Jesús no abandona a quienes lo buscan y lo aman con sinceridad, aunque sean echados fuera de las comunidades e instituciones religiosas. El texto parece indicar que los que no tienen sitio en la iglesia orgullosa tienen un lugar en el corazón del Sr. Dios.

¿Quién se hará eco hoy de este mensaje de Jesús? ¿Tú? ¿Yo? ¿Nosotros? ¿Quién se atreverá a hablar de la gracia de Dios cuando los hombres y las mujeres se empeñen en predicar sobre la ley?

Queridos ciegos que hoy están presentes: No lo olvidéis, que cuando las instituciones religiosas os rechacen y expulsen, será Jesús quien os saldrá al encuentro y os acogerá. Será Jesús.

Augusto G. Milián

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico