Los nombres son importantes


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Algunas preguntas son fáciles de responder. Otras no. Otras nos hacen refugiarnos en el silencio. Algunas preguntas  las aprendemos a responder desde que somos pequeños. Otras demandan mucho tiempo. Demandan crecimiento. Una de las primeras preguntas que nos hacen es: ¿Cómo tú te llamas? Sólo cuando respondemos a esta cuestión es que somos invitados a jugar con otros niños. Al menos así era antes.

Los nombres son importantes. En las Escrituras, los nombres nos dicen algo de la persona que los porta. Desde el Génesis al Apocalipsis encontramos hombres y mujeres que sus nombres nos narran algo de sus vidas y de sus propósitos. Sabemos por ejemplo que el nombre de Adán tiene como etimología las palabras rojizo, hombre, hombre hecho de tierra y sabemos también que a María se le pidió que nombrara a su hijo Jesús, que significa Dios salva. Con los años estas cosas las hemos olvidado: hemos olvidado que somos como la tierra. Hemos olvidado que el Sr. Dios sale a nuestro encuentro y extiende sus manos sobre nosotros.

A los discípulos nos gusta hablar de Jesús desde nuestra geografía. Desde nuestra cultura. Nos gusta ponerle etiquetas. Los discípulos tenemos algunas ideas peregrinas sobre Jesús. Ideas muy nuestras y de nadie más. Y por ello Jesús nos cuestiona. Nos empuja a hablar desde el corazón. Nos invita a decir cómo le vemos. Porque sólo cuando decimos quien es Jesús para nosotros es que podemos asumir o no la misión que se nos ofrece: compartir las buenas noticias.

Ahora vienen días donde tendremos que decir quién es Jesús para nosotros. Y ya no podremos escondernos detrás del silencio. Un corazón de piedra responderá a esta pregunta diciendo Jesús es alguien que quiso cambiar el mundo y murió en una cruz. Un corazón de carne alegará: Jesús alguien que ha cambiado mi manera de pensar y ahora puedo cambiar mi manera de vivir.

Lectura del evangelio de Mateo 16: 13-17

Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Algunos dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros dicen que Jeremías o algún otro profeta. Y ustedes, ¿quién dicen que soy? les preguntó.                                                                                                                                                   Simón Pedro le respondió: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.                                                  Entonces Jesús le dijo: Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no lo conociste por medios humanos, sino porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo.

Escucha Señor nuestra oración.

Padre:  En este día que comienza nuestra fe requiere  dar una respuesta personal a la pregunta de quién es Jesús aquí y ahora. Y ya no me es suficiente recitar la Confesión de fe de la iglesia, o citar las ideas de uno u otro teólogo. Hoy, preciso, con la ayuda del Espíritu Santo trata de responder, y no sólo desde la mente; sino desde el corazón.                                                                                                                Padre: que yo pueda responderte en medio de la oración. Porque en Jesús nosotros esperamos. Amén.

 

 

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