Cuando el pasado es una carga


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Hoy hemos leído una historia triste. A nosotros no nos gustan las historias con finales tristes. A pesar de que muchos de nosotros tenemos algunas historias tristes que podemos contar en esta mañana.

Un cristiano con una espiritualidad adulta no va negando la realidad que vive. No intenta dar  una imagen ideal de su vida sino que puede relatar sus luchas, sus temores y caídas. Una espiritualidad madura  muchas veces se traduce en aceptar la familia en que hemos nacido, el país donde vivimos, la iglesia donde hemos crecido y el mundo en el que el Sr. Dios nos pone delante de los ojos.

Pero el pasado tiene un poder sobre nosotros que a veces nos esclaviza y nos condiciona nuestra manera de vivir el aquí y el ahora. Muchas veces nos vemos diciendo palabras que no son nuestras y que dijeron nuestras abuelos o nuestros padres. Pero nuestro mundo no es el mundo de nuestros abuelos ni de nuestros padres. Es un mundo diferente.

Cuando en las Escrituras se habla de la familia debemos entender que se refiere a nuestros parientes de segunda y tercera generación. La familia de la que se habla en el AT incluye no sólo a los padres y a los hermanos, sino a los tíos, los abuelos, los bisabuelos. Esto fue así, al menos, hasta el siglo XVIII. Nuestra cultura ha roto con esta línea de pensamiento.  Y nos encontramos con hombres y mujeres que intentan romper con las historias familiares y hasta se van lejos, pero las gormas de actuar y de comportarse les sigue allí donde van. Y es que muchas veces lo que hicieron nuestros abuelo, y padres lo acabamos repitiendo nosotros. Y es que muchas veces las decisiones de nuestros parientes nos afectan a nosotros aquí y ahora. La Biblia no intenta responder a por qué ocurre esto así, sólo dice que ocurre.

Miremos al texto de hoy. ¿Qué nos cuenta? Pues si, el profeta Natan hace uso de una historia casi infantil para hacer ver a David el pecado que había cometido. El admirado rey David había enviado ha asesinar a Urías para poder casarse con su esposa Betsabé que estaba embarazada de él. No sabemos que tiempo ha pasado desde la muerte de Urías y cuan avanzado está el embarazo de Betsabé, pero si sabemos que Natan visita al rey le trasmite un mensaje del Sr. Dios. Un mensaje muy duro.                                

Estas palabras pronunciadas por Natán a David dictaron el costo final del pecado. El pecado traerá consecuencia inevitables a todos aquello que lo practican y nadie puede escapar de ellas, ni siquiera David lo pudo hacer. Las consecuencias fueron muy duras: La espada jamás se apartó de su propia casa real, eso le provocó la muerte a cuatro de sus hijos, al hijo de Betsabé, a Amón quien violo a su media hermana, a Absalón y a Adonías. Absalón uno de sus hijos se revelo en su contra dividiendo temporalmente su reino y acostándose en público con todas sus concubinas.

¿Qué nos sugiere el texto? Pues que algunos modelos familiares del pasado se reproducen en nuestras relaciones presentes y muchas veces no somos conscientes de ello. Y es que en muchas ocasiones no nos es tan fácil borrar los efectos negativos de nuestra historia familiar, sobre todo cuando intentamos esconderla, pero que sigue viviendo en nuestros corazones. El precio que pagamos por esconderla es alto ; per sólo la verdad nos hace libres.

En el primer libro de las Escrituras hebreas encontramos como este principio cobra validez ante nuestros ojos mediante un relato de otra familia bien conocida por mucho de nosotros. Es un relato donde los pecados y las bendiciones pasan de padres a hijos y a nietos. Sabemos que las bendiciones proclamadas sobre Abraham pasan a sus hijos y a sus nietos. Pero también pasan los modelos de pecado. Como veremos heredamos más de lo que nos imaginamos. Veamos cuatro ejemplos  de cómo se manifiesta esto en el modelo familiar de Abraham, el padre, Isaac, el hijo y Jacob, el nieto:

a. El uso de la mentira

Abraham  miente dos veces sobre la verdadera relación que tenía con Sara para salvar el pellejo. El matrimonio de Isaac y Rebeca  estuvo caracterizado por la mentira. Jacob usa la mentira para casi todo. Su nombre significa impostor. Diez de los hijos de Jacob mienten sobre la muerte de su hermano José y guardan este secreto por diez años.

b. El favoritismo en la familia

Abraham mostraba preferencia por si primer hijo, Ismael. Isaac tenía preferencia por Esaú. Jacob tenía como favorito a José y luego de su desaparición a Benjamín,

c. El distanciamiento entre los hermanos

Isaac e Ismael, los hijos de Abraham se separan para siempre. Jacob huye de su hermano Esaú y se mantienen alejados durante años. José está separado de sus hermanos durante diez años.

d. Matrimonios difíciles de llevar

Abraham recurre a una esclava para tener un hijo fuera de su matrimonio. Isaac mantiene una relación conflictiva con Rebeca. Jacob tiene dos esposas y dos concubinas.

Hay días que no le damos mucha importancia a la huella que deja nuestra familia en nosotros. La mayoría de nosotros somos consciente de ella sólo cuando ya somos adultos y podemos reconocer entonces que los que nos criaron imprimieron una determinada manera de pensar y de actuar en nosotros, de la misma manera que lo hace la cultura que vivimos, las noticias que escuchamos y los libros que leemos.

Hay un mandamiento terrible que pervive dentro y fuera de la iglesia y que hemos heredado nosotros es debes hacer cosas para que la gente te quiera. En otras palabras para que los demás te valoren has de estar haciendo cosas siempre. Y entonces nos encontramos con personas que dedican muchas energías para obtener logros en la familia, en el trabajo, en la iglesia. Personas que lo que hacen nunca les parece suficiente. Que siempre se consideran inferiores a los demás: Personas que estamos buscando la aprobación de los demás y que se nos olvida que nuestro valor está dado en lo que somos. Somos los amados por el Sr. Dios. Sería oportuno en estos días pensar que estamos repitiendo de la vida de nuestros abuelos o padres.

Una espiritualidad adulta nos invitaría a vivir el presente con más alegría. A salir de nuestro pasado, como salieron los hebreos de Egipto para poder avanzar. Pero para avanzar hay que olvidar las costumbres y practicas del pasado. La historia nos enseña que aunque muchos abandonaron Egipto una gran parte de la cultura y el pensamiento egipcio permaneció en ellos.

Seguir a Cristo implica, entre otras cosas, actuar y pensar de manera diferente a como lo hicieron nuestros abuelos y nuestros padres y no seguir obedeciendo de manera inconsciente los mandamientos y reglas que ellos practicaron.

Querida iglesia: los discípulos de Cristo somos hombres y mujeres nuevos. El pasado está detrás y no lo podemos cambiar. Pero si podemos cambiar nuestros corazones de piedra en corazones de carne. ¡Bienvenidos al presente!

Augusto G. Milián 

 

 

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