José y sus hermanos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de tantos años la historia de José sigue tocando nuestro corazón de una manera especial. Quizás porque habla de una familia que en ocasiones se parece mucho a la nuestra. Quizás las angustias de José se parecen un poco a las nuestras. Quizás sus tristezas también.

Hoy estamos en la última parte del libro del Génesis. José ya es un adulto. Ha crecido emocional y espiritualmente. Ya no estamos en el capítulo 37 donde José tenía 17 años y era el undécimo hijo de Jacob y su favorito. Aquella era una familia compleja, donde vivían bajo el mismo techo Jacob, sus dos esposas, sus dos concubinas y sus once hijos. Pero también era una familia enferma y llena de secretos. El José que primero se nos presenta es un chico inmaduro, arrogante que ahondaba con sus ilusiones la separación con sus hermanos. Pro ya Uds. saben la historia. Los hermanos pretenden deshacerse de él y dicen que un animal salvaje lo había matado en el campo, cuando en realidad lo habían vendido como esclavo para Egipto. Y todo con la esperanza de volver a saber de él.

No sé si se podemos ser conscientes de cuántas cosas se pueden perder en un solo día: los padres, los hermanos, la cultura, la comida, el idioma, la libertad. Pero las penas de José no acaban aquí. Siendo un esclavo en casa de un general es acusado falsamente de violación y es encerrado en prisión entre diez y trece años. Ahora tenemos una idea más clara de cuanto rencor y rabia podemos experimentar por parte de las decisiones familiares.

Pero las Escrituras nos dicen que José caminaba con Dios y esto no significa otra cosa que permaneció fiel al Sr. Dios. Cada día le buscaba y sentía su mano poderosa sobre él. Tras interpretar un sueño que había tenido el Faraón de Egipto es liberado y nombrado gobernador de todo el Egipto. La superpotencia de aquellos tiempos. Y es aquí a donde nos conduce la historia de hoy. José para avanzar tiene que retroceder. Tiene que bendecir a la familia que lo había traicionado. 

¿Cómo José lo pudo hacer? Esta es una buena pregunta que nos podemos hacer. ¿Qué lecciones podemos aprender? Esta es otra buena pregunta. Les propongo cuatro observaciones:

1.    José confiaba en la bondad de Dios. Sabía que aun en medio de la oscuridad estaba Dios guiando sus pasos. A pesar de las situaciones familiares estaba Dios. El pasado de José estaba en las manos de Dios.

2.    José admite  su tristeza y la pérdida de la familia. La mayoría de nosotros preferimos no hacer el viaje hacia a tras, porque muchas veces eso significa dolor y tristezas. Sin embargo José llora repetidamente tras reencontrarse con la familia. No había olvidado el dolor, pero ahora podía curarse.

3.    José decide escribir su vida a partir de las Escrituras. Muchas veces la familia o las circunstancias que nos rodean nos envían mensajes negativos. Podemos hacer caso a esos mensajes o no. Podemos creer que no servimos para nada, que no tenemos valor, que nadie nos quiere. Pero también podemos no escuchar estas palabras José conocía su pasado y por eso decide no repetir los errores de sus hermanos o de su madre, o de su abuelo. José prefiere confiar en Dios más que en sus sentimientos.

4.    José se une al trabajo que hacia Dios. José podía haber pagado a sus hermanos de la misma manera que le habían tratado a él. Podía haberles respondido con ira. Pero no lo hizo. Prefiere ser un instrumento de bendición. Quizás esta es la parte más difícil de los que hemos sido heridos profundamente. Confiar en Dios. Actuar como actuaría el Sr. Dios.

 A veces hay que retroceder y ver la vida que hemos tenido, las decisiones que hemos tomado, las palabras que hemos pronunciado. Pero esta es la única manera de avanzar con Jesús. Hay días en que nos encontraremos desorientados, confundidos y sin esperanzas frente al muro de la realidad, pero hay que confiar que él es quien nos guía. Si, el pasado es un muro, pero vienen días que la única manera de avanzar es atravesar el muro que tenemos delante. 

En la paz y en la gracia del Sr. Dios nosotros confiamos 

Augusto G. Milián 

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