El que conoce nuestros nombres


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Hay días que tendremos que optar por la soledad antes de tomar decisiones importantes. Habrá días que antes de llamar a las cosas por su nombre tendremos que hablar con el Sr. Dios sin interrupciones. Si, hay días que será necesario subir a la montaña para encontrarse con el que ya nos conocía por nuestros nombres antes de que hubiésemos nacido.

Los discípulos creen que son personas especiales, pero cuando fueron elegidos eran personas ordinarias. Nosotros nos parecemos mucho a ellos. Y es porque es El que los llama quien hace de ellos personas extraordinarias. Con nosotros pasa lo mismo. Es El que conoce sus nombres quien ve el milagro donde los demás sólo ven barro.

Los discípulos son débiles y propensos a ser arrastrados por las emociones y las circunstancias de la vida como una hoja por las ráfagas del cierzo. Pero El que los trata como hijos amados ve en ellos una fuerza interior que permanece invisible a los ojos de los demás.

Los discípulos están inundados de defectos y de faltas. Pero quien les dice: ¡Sígueme!, sólo mira lo que hay en sus corazones. Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo siguen mirando lo que hay delante de sus ojos. El Sr. Dios sigue mirando los corazones de los hombres y las mujeres.

A ti y a mi, Jesús nos ha llamado. Pero lo ha hecho de diferentes maneras, en diferentes tiempos y en diferentes geografías. Y si tú y yo ahora estamos cerca y nos cuidamos como si fuéramos familia es porque andamos por esos caminos llenos de zarzas y de espinos, pero con el polvo que levanta Jesús cayendo sobre nuestras cabezas.

Antes, estábamos separados y solos. Ahora tú eres mi prójimo. Y yo soy el tuyo. Y si te encuentro en el camino herido quiero que sepas que llevo aceite y vino en mi alforja. Y si es a mi a quién encuentras, ¡detente por favor!, porque te necesito para levantarme.                    

 

Lectura del evangelio de Lucas 6: 12-16

Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamó apóstoles. Estos fueron: Simón, a quien puso también el nombre de Pedro; Andrés, hermano de Simón; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo; Simón, al que llamaban el celote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue quien traicionó a Jesús.                                                                                                                          

                                                                                                                                                                   Escucha Señor nuestra oración

Padre:

Tú llevas escrito nuestros nombres en la palma de tu mano. Tú nos conoces antes que nuestras madres y nuestros padres nos acunaran. Siempre nos llevas en tu mente y en tu corazón. Esa es nuestra esperanza. Ese es nuestro sostén. En este día que comienza pedimos en oración ayuda para seguir en el camino, fuerza para no perder la fe y consuelo para cuando lleguen las lágrimas. Jesús, toma nuestras manos, porque nosotros solos no podemos. Amén. 

Augusto G. Milián

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico