Mantener abiertas las heridas del pasado


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta.

A los hombres y  a las mujeres de todos los tiempos se les ha prohibido hacer uso de la venganza. Pero ellos han decidido olvidar este mandamiento.

La venganza es el único mecanismo que nos permite mantener abiertas las heridas del pasado. De otro modo esas heridas ya hubiesen sanado. En realidad la venganza seduce a muchas personas. También a los creyentes porque nos brinda la falsa posibilidad de hacer pagar a alguien por un daño que nos causó en el pasado.

Los primeros discípulos cuando experimentaron el rechazo o la confrontación optaron por hacer uso de la violencia y la venganza. En los reinos de los hombres esto es lo más común. De hecho, el uso de la violencia y la venganza aparecen cada día en nuestras noticias, pero siguen sin resolver nada. Nada. Los discípulos nos parecemos demasiado entre nosotros mismos. Seguimos creyendo que la violencia es una respuesta adecuada. Que la venganza apaciguará nuestros dolores. Pero esto forma parte de nuestra tragedia cotidiana.

Jesús se niega a responder con la violencia. Jesús rechaza todo tipo de venganza. Sabe que debemos dejar al Sr. Dios que sea el Sr. Dios. Jesús no piensa ni actúa como sus discípulos. Nunca lo hará. Jesús mantiene su mirada hacia Jerusalén. Ahora sabemos que Jerusalén es también sinónimo de sufrimiento y muerte. Pero los discípulos no queremos ni oír hablar de esto.

Con la lectura de las Escrituras y la acción del Espíritu Santo, con los años, los discípulos hemos aprendido que una de las marcas de nuestra fe es la de darnos permiso para que la lógica de nuestras ideas sea domesticada por la compasión de nuestros corazones.

Algunos creerán que esta es una misión imposible. Pero para el Sr. Dios todo es posible. Todo. Incluso que nuestro corazón de piedra vuelva a comenzar a latir.                         

Lectura del evangelio de Lucas 9: 51-56

Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén.  Envió por delante mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos?                                                                  Pero Jesús se volvió y los reprendió. Luego se fueron a otra aldea.

Escucha Señor nuestra oración

A ti te digo Padre: que no seamos distraídos por ningún tipo de contratiempo que se presente en nuestras puertas. Que se encienda en nosotros la llama del Espíritu, de modo que yo pueda seguirte hasta el final aun en medio de las olas y el viento. Que cuando yo sea rechazado, no puedan consumirme los sentimientos de ira o de revancha. Espíritu de Dios no dejes que yo permita el paso a estos sentimientos. En cambio, empújame para caminar detrás de Jesús. De quien ahora tengo memoria. Amén.

Augusto G. Milián

 

 

 

 

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