Ya sabemos lo que la gente dice


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Querida iglesia:

Hoy, es uno de esos días cuando debemos leer sin prisa y superficialmente. Veamos algunos detalles:
Cuando comenzamos a leer el evangelio de Marcos y desde los primeros capítulos hemos tenido ocasión de considerar mucho de la doctrina que Jesús enseñó y de los milagros que  realizó. Así que ha llegado el momento de detenerse para ver cuánto, los discípulos, habían comprendido de su significado.
Con esta finalidad, se retiró al distrito de Cesárea de Filipo y allí preguntó a sus discípulos acerca de la opinión que la gente tenía de él, y también la de ellos mismos. De su respuesta se desprende que el pueblo en general tenía un buen concepto de él, pero sin llegar a entender realmente quién era él. Por el contrario, los discípulos, después de un tiempo de endurecimiento, habían llegado a comprender que Jesús era el Cristo, tal como lo manifestó Pedro en representación del grupo.
Pero no deja de llamarnos la atención, que fuera en medio de estas ciudades helenizadas, llenas de idolatría  y del culto al César, el lugar elegido por Jesús para preguntarles acerca de quién pensaban ellos que era él.

Miremos a la pregunta ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Jesús quiere saber por boca de sus discípulos la opinión que las multitudes habían formado de su Persona después de dos años y medio de ministerio. Notemos atentamente lo que Jesús estaba preguntando: No tenía interés en saber qué impresión tenían de sus enseñanzas o milagros, sino que lo que realmente le importaba era la opinión que se habían formado de él.

Esta cuestión es la más crítica y significativa que se les puede plantear a los seres humanos: ¿Quién es Jesús? Tan importante es la contestación que demos a esta pregunta, que de ella depende nuestra vida presente y sobre nuestro futuro.
La opinión que las multitudes se habían formado de Jesús era buena. Todos ellos lo asociaban con alguno de los grandes hombres de Dios que habían dejado huella en la historia de Israel.
Pero aunque estas opiniones manifestaban mucho respeto por la persona de Jesús, eran incompletas . Según el criterio de la gente, él era uno más de los que anunciaban la venida del Mesías, como lo hicieron los profetas, o Elías, o más recientemente, Juan el Bautista. Pero no habían llegado a comprender el hecho primordial de que él mismo era el Mesías esperado.
A pesar de que este relato tiene siglos todavía hoy la gente sigue lanzando mil hipótesis sobre la identidad de Jesús. Y aunque la mayoría valoran muy positivamente sus enseñanzas, su carácter, y en algunos casos, hasta sus obras milagrosas, sin embargo,  Jesús y su evangelio son tan poco comprendidos hoy como entonces.
Es evidente que los discípulos conocían las variadas opiniones populares acerca de Jesús. Pero había llegado la hora de que revelaran cuánto habían sido influenciados por ellas, y a qué conclusión habían llegado por ellos mismos.
La respuesta no se hizo esperar, y Pedro, con el carácter impulsivo, expresó lo que todos ellos pensaban: Tú eres el Cristo. Ellos habían llegado a la conclusión de que él no era otro profeta que anunciaba la venida del Mesías, sino que Jesús mismo era el Mesías. Los largos siglos de espera habían terminado, y ellos habían llegado a comprender que el cumplimiento de todo lo anunciado por los profetas estaba teniendo lugar allí mismo, en medio de ellos.
Este es el eje central sobre el que gira todo el Evangelio: ¡Jesús, el carpintero de Nazaret, era el esperado Hijo de Dios que se había hecho hombre para llevar a cabo lala misión de salvación.
Pero la convicción a la que habían llegado los discípulos, inmediatamente les enfrentaba con el resto de los israelitas que no veían en Jesús nada más que a un gran hombre. Y esta tensión que ellos tuvieron que sufrir por mantener una convicción diferente acerca de Jesús, es la misma que nosotros somos llamados a tener en medio de nuestro mundo moderno.
Por esta razón, a partir de este momento, todos los esfuerzos de Jesús se centraron en hacerles entender que él no era un Mesías político, sino un Mesías que sufre y da su vida por los demás. Sin duda, esto no iba a ser fácil, ya que ellos, como todos los judíos de su tiempo, esperaban un Mesías que vendría con poder y gloria para derrotar a sus enemigos. Por lo tanto, en sus mentes no había cabida para un Mesías derrotado que sufriera a manos de los romanos y muriera en una cruz.

Pero los discípulos volverán a errar. Una y otra vez. Los días por venir les enfrentarían a la pérdida y a  la muerte de Jesús en Jerusalén. Nosotros ahora sabemos que para que la semilla germine ha de ser enterrada. Y sin muerte no hay resurrección.

Pero la pregunta ha cambiado. Ya no es la misma. Ahora tendremos que responder ¿Quién es Jesús para nosotros? Si, ¿quién es Jesús para ti y para mi? Como veremos la respuesta tiene que ver no sólo con la identidad de Jesús, sino con la muestra. Y en cuestiones de identidad el propósito es importante.

Querida iglesia: nuestra identidad está estrechamente vinculada con nuestro propósito. Con la misión.

En la paz y en la gracia, nosotros confiamos.

Augusto G. Milián

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