Ante la adulación estamos indefensos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Ser profeta es un trabajo solitario. Y es que se corren muchos peligros en su desempeño. Tampoco tiene una buena renumeración, al menos si el profeta dice palabras que no gustan a las grandes multitudes. El verdadero profeta es el prototipo del no-populista. Los profetas, la mayoría de las veces, son condenados al ostracismo. Caminan solos. Pero los profetas han estado en todos los tiempos y en todas las geografías.

A los hombres y a las mujeres nos resultan atractivas algunas áreas del discipulado cristiano, así como algunas partes de la liturgia. Pero otras no. Unas son atractivas. Trascendentes. Emocionantes. Otras no, otras son ásperas. Desafiantes. Incómodas. Sobre todo cuando el que nos acompaña en el camino nos invita a no dedicar tanto espacio a la alabanza y a proclamar palabras bonitas y nos empuja sin medias tintas a la escucha de lo que el Sr. Dios tiene  que decirnos  en medio de nuestro tiempo y a ceder a sus mandamientos en un acto de fe.

Jesús no es complaciente con las adulaciones. Sabe que la humanidad está preparada para asumir los ataques, pero que está indefensa frente a las adulaciones. Jesús no es esclavo de las adulaciones, más bien responde a ellas con prontitud. Por eso Jesús es un profeta fastidioso. Alguien que nos incomoda. ¿Y por qué nos incomoda Jesús? Pues sencillamente porque cuando nosotros insistimos en vivir entre la hierba él nos señala como destino el ser como los árboles. Si, hay que abandonar la superficialidad y priorizar lo realmente importante. Pero los hombres y las mujeres del pasado y del presente tienen problemas con la escucha y con el acatamiento. Estas se han tornado en palabras políticamente incorrectas para una sociedad que ha sepultado el arte de escuchar y que ha levantado a los altares la autoindependencia humana.

¿Qué es un discípulo entonces? Un discípulo es alguien que escucha al Sr. Dios cuando habla y que cree que hay que acatar sus palabras sin excusas. Un discípulo es todo aquel que es bendecido. Pero en realidad somos bendecidos para bendecir a otros. Como también somos sanados para sanar a otros. Y como hemos sido perdonados para perdonar.

Lectura del evangelio de Lucas 11: 27-28

Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer entre la gente gritó:¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió!  Él contestó:¡Dichosos más bien quienes escuchan lo que Dios dice, y lo obedecen!

Escucha Padre nuestra oración

En este día que comienza te damos permiso Espíritu Santo para que nos abras los dos oídos para escuchar y para oír. Oídos para escuchar nuestro mundo. Oídos para escuchar al Padre. Oídos para escuchar lo que las Escrituras nos susurran al oído sin poner trabas. Sin emitir excusas. Necesitamos disposición del corazón y libertad de la mente para traducir tus palabras en acciones. Necesitamos ser bendecidos para poder bendecir. A Jesús nosotros escuchamos. Amén.

Augusto G. Milián

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