No están en cualquier esquina


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Lo que la mayoría de nosotros anhela en verdad es sentirnos amados. Es sentirnos perdonados. Pero conseguir, tanto lo primero como lo segundo en este mundo, es casi un milagro. Y es que tanto el amor como el perdón no son cosas fáciles de encontrar. No están en cualquier esquina. Tampoco debajo de las piedras. Ninguna de ellas son aspectos diminutos en esta vida, pero ahora sabemos que el amor y el perdón están hechos de pequeños actos.

Los discípulos esperamos grandes cosas. Esperamos, por ejemplo, grandes acciones del Sr. Dios en el presente y en el futuro. Esperamos que el Reino de los cielos llegue como un alud. Como un tsunami. Que ponga todos patas arriba. Que todo lo cambie. Y que al final, cuando cese la tormenta y se apacigüen las olas, entonces salten fuegos artificiales. Y es que a los discípulos les maravilla lo efímero.

Sin embargo para Jesús el Reino es algo que en su génesis es pequeño. Diminuto. Minúsculo. Pero que va creciendo y creciendo hasta convertir el barro en oro. Hasta hacer posible que un corazón de piedra se transforme en un corazón de carne. Jesús más bien parece apostar por los crecimientos lentos y esto decepciona a algunos que les falta paciencia. Que les falta visión. Sin duda alguna Jesús ha creído en el poder del Sr. Dios para el aquí y el ahora. Si, Jesús es un optimista.

Ahora, tú y yo podemos detenernos y respirar. No estamos obligados a hacer cosas grandes en este día. Sino que nos podemos dar permiso para hacer cosas pequeñas. Pero con amor. En otras palabras: ¡Brillemos en el sitio donde estemos!

Lectura del evangelio de Lucas 13: 18-21  

¿A qué se parece el reino de Dios?, continuó Jesús. ¿Con qué voy a compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto. Creció hasta convertirse en un árbol, y las aves anidaron en sus ramas.

Volvió a decir:¿Con qué voy a comparar el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer tomó y mezcló con una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa

Escuchas Señor nuestra oración

A ti te decimos: Tú eres la levadura de la vida, de nuestras vidas con sus penas y sus alegrías. Ayúdanos, en este día que comienza, a estar abiertos al cambio que tú propias en nosotros, porque si no cambiamos nosotros el mundo no cambiará.  Queremos ser sal, queremos ser luz. Porque nosotros, a Jesús seguimos. Amén.

Augusto G. Milián

 

 

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