Una fe indomable

 














Pensando en voz alta

En nuestro mundo las buenas noticias tardan en llegar. Pero las noticias amargas, las más crudas, siempre llegan pronto. Son veloces. Son raudas. Es como si existiera la secreta intención de llenarlo todo de tristeza. De pretender que vivamos en una constante trinchera. Nuestra cultura tiene predilección por las malas noticias. Son ellas las que abren los informativos de la tarde. Son ellas las que nos hacen estar con los ojos abiertos y aún así no ver lo que acontece a nuestro alrededor. Pero los cristianos han de ser contraculturales. No han dejarse domesticar. Han de ser indomables.

A los discípulos les gusta celebrar la vida. Les gustan las fiestas y los jolgorios. Pero en esta tierra también hay muertes y hay lágrimas. Asi que la vida de los todos los hombres y mujeres, sean creyentes o no, transcurre entre la alegría por un nacimiento y el duelo por una pérdida. Pero entre el venir al mundo y abandonarlo hay un pequeño acto que lo puede cambiar todo. Todo. Ese acto tiene un nombre muy corto. Se llama: fe.

Jesús no se alarma frente a las malas noticias. Su reacción es otra. Para Jesús todo es posible. Todo. Jesús ve la muerte de manera diferente a como la ven sus seguidores. Para él es una especie de sendero que nos conduce a una tierra nueva. Y por eso puede proclamar a los cuatro vientos que él  es más fuerte que la muerte aun con lágrimas en los ojos. Que él puede hacer que el aliento de vida regrese al cuerpo. Que él es el Señor de la Respiración.

A los que la desesperanza o el cansancio  a tocado a sus puertas, a ellos Jesús les musita al oído: ¡Ten fe! ¡Y que tu fe sea indomable!

Lectura del evangelio de  Juan 11, 17-27

Al llegar, Jesús se encontró con que ya hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado. Betania se hallaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros;  y muchos de los judíos habían ido a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirlo; pero María se quedó en la casa. Marta le dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas. Jesús le contestó: Tu hermano volverá a vivir. Marta le dijo: Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último. Jesús le dijo entonces: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Ella le dijo: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Escuchas Señor nuestra oración

Padre: que yo no me contente con ver lo que tengo delante de los ojos. Que pueda ver con los ojos de la fe, aquí y ahora. Que pueda ver la luz aun en medio de la oscuridad. Y que yo pueda tener fe contra toda desesperanza. Porque a Jesús, seguimos. Amén.

Augusto G. Milián 

 

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