El arte de llamar a la puerta


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

Con los años hemos olvidado que un cristiano es alguien que busca, una especie de inconforme. Con el paso del tiempo hemos olvidado que un cristiano es la persona que llama a las puertas que permanecen cerradas.Con los años hemos perdido el arte de llamar a las puertas.

En esta mañana tenemos delante de nosotros unas palabras que pronuncia Jesús y que el evangelista Lucas quiere que sus lectores recuerden y retengan. Son palabras que bien podrían haberse dicho mientras Jesús camina con los discípulos por las aldeas de Galilea y pedían alimentos. Y llamaban a las puertas. Tal vez no siempre recibieron lo que pedían. Tal vez hasta alguna puerta permaneció cerrada. Pero Jesús no cree en el desaliento. El vive confiando en el Padre.

Si alguien me pregunta cómo es la confianza de Jesús yo tendría que decir sin pelos en la lengua que es incondicional. Pero también tendría que decir que pretende ser contagiosa. Pero la confianza de Jesús no está depositada en los hombres y en las mujeres como hacemos nosotros. Su confianza está puesta en el Sr. Dios. Porque Jesús cree que sólo al Sr. Dios se le puede pedir, que sólo al Sr. Dios se le puede buscar, que sólo al Sr. Dios se le puede llamar. Para Jesús es el Sr. Dios quien ofrece, quien se deja encontrar, quien abre las puertas.

Quizás alguno de entre nosotros se vea tentado a vivir la experiencia de este texto de manera literal, pero hemos de recocer, en un ejercicio de sinceridad para con uno mismo, que en el texto no se nos dice qué hemos de pedir, ni qué hemos de buscar y mucho menos a qué puerta tenemos que llamar. Porque para Jesús como para sus discípulos lo importante sigue siendo la actitud de cómo vivimos frente a Dios.

Seamos prágmáticos por un momento. ¿Qué cosa es pedir? Pedir es suplicar por algo que no tenemos. Es también requerir algo que no podemos ofrecernos a nosotros mismos. ¿De qué están llenas nuestras oraciones?  Pues de peticiones. Le pedimos al Sr. Dios cosas que nosotros no podemos comprar o encontrar tan facilmente. ¿Qué cosa es buscar? Buscar es rastrear. Es también indagar por una cosa que está escondida a nuestros ojos. ¿A qué se nos llama cada día? El libro de los Salmos nos dice que a buscar el reino de Dios y su justicia. ¿Qué cosa es llamar? Llamar es gritar. Es también atraer la atención de otra persona para que nos escuche. ¿De que están inundadas las Escrituras? De los gritos de los hombres y las mujeres que buscan el amparo de Dios. Su protección. Su perdón.

Pero si miramos el texto de cerca podemos sospechar que Jesús no sólo desea avivar cierta actitud entre sus discípulos. También quiere que le entiendan. Que le comprendan. Y para ello no habla de manera complicada. Utiliza un lenguaje de familia. Primario. Casi infantil. Por eso hace mención de argumentaciones comunes. Triviales. Familiares. Los que son padres y madres pueden entender a Jesús en lo que dice. Los que son hijos y nietos también lo entenderemos.

Sabemos que los padres y madres no engañan a sus hijos pequeños. No abusan de ellos. Y no lo hacen porque los hijos pequeños aun no saben diferenciar lo que es bueno y lo que es malo. A nadie le pasa por la cabeza que cuando un niño tenga hambre uno de sus padres le ofrezca algo que le pueda hacer daño. Que le pueda intoxicar. No, los padres y las madres nos han dan lo que tenían entre sus dedos. 

Y esta es la conclusión a la que llega Jesús y comparte con sus oyentes: si los hombres y las mujeres aun teniendo un corazón de piedra suelen tratar bien a sus hijos que no podremos esperar entonces del Sr. Dios. Podremos esperar todo. 

Nosotros vivimos en un mundo donde no se habla en voz alta de Dios, ni a la derecha ni a la izquierda, así que algunas personas lo único que saben de Jesús es que fue un hombre que por donde pasaba hacia el bien. Pero para nosotros, los cristianos, Jesús tiene otros atributos. Para nosotros es el ungido del Sr. Dios. Es el que nos ha dado el Espíritu Santo para sostenernos cuando caemos. Es el Señor. Es el Salvador. Es el cordero de Dios que quita la maldad del mundo.

Querida iglesia:

No sé lo que vas a pedir en esta mañana antes de irte a casa. Tampoco sé lo que estás buscando entre este grupo de persona que son tus hermanos de fe. Y desconozco a qué puerta vas a llamar antes que se acabe el día y llegue la noche.

Pero una cosa si sé: si voy a pedir alguna cosa, aquí y ahora, pediré: ¡Espíritu Santo, ven! Si alguna cosa he de buscar será: al reino de Dios. Y si voy a llamar a alguna puerta será a la puerta de mi propio corazón porque sé del vacío del hombre si Dios le falta por dentro.

Que sea Jesús quien nos ayude a pedir. Que sea Jesús quien nos sostenga al buscar. Que sea Jesús quien nos de la fuerza para llamar. Que así sea.

Augusto G. Milián 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico