En medio de la niebla


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Pensando en voz alta

El Templo de Jerusalén era la casa de Sr. Dios construida por las manos humanas. Un lugar de oración. Un lugar de sacrificios. Un lugar de reconciliación. Pero siempre hubo mujeres y hombres que se detenían y sólo veían las piedras y los decorados. Gente que se quedaba con lo superficial. Con lo tangible. Con lo visible de la fe. Algo similar pasa con las iglesias y las catedrales de nuestra ciudad a donde acuden los turistas a mirar. Han dejado de ser espacios para encontrarse con Dios para ser lugares donde encontrar algo hermoso. Algo de otro tiempo.

A los discípulos les llama la atención lo bonito. Lo agraciado. Lo majo. A veces se entretienen en ello. Lo contemplan y se quedan como paralizados. Entretenidos. Y no son conscientes de que el tiempo todo lo cambia. Todo lo erosiona. Todo modifica. Todo lo contamina. Siempre ha sido así. Tanto en el pasado como en el presente. Los discípulos han de aprender el verdadero sentido de las cosas. Mirar más allá de lo que tienen delante. Buscar la esencia y quedarse con ella entre las manos como si fuera un tesoro.

Jesús mira la historia. Mira nuestra historia de manera holística. Sabe de lo que los hombres y las mujeres serán capaces de hacer con el fuego, con lo bello, con los edificios de piedra. Jesús sabe que los finales son traumáticos. Deseados por algunos y temidos por otros. Sabe que lo que hoy puede ser el centro y pilar de nuestra fe mañana puede ser conmovido, destrozado y hecho añicos. Como un ídolo que cae y se rompe en mil pedazos. Y de él solo atesoramos un recuerdo. Un recuerdo que se ira haciendo invisible con los años.

Por eso Jesús pide a los que le escuchan que no tengan espanto. Que no entreguen su corazón a los anuncios y profecías. Que no cedan su espacio de encuentro con el Sr. Dios a cualquier especulación por tremenda que parezca. El cerote es todo lo contrario a la fe. Es la desesperanza. Es el olvido.

Ahora que llega el Adviento a tu casa y a la mía se nos ofrece la oportunidad de mostrar valor y hacer uso de la calma. Vienen días donde en medio de la niebla podremos tener calma.

Lectura del evangelio de Lucas 21:5-11

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron: Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
Él contestó: Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: Yo soy, o bien El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo: Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.

Escucha Señor nuestra oración

Padre:

Hemos tenido que enfrentarnos con finales dolorosos durante los últimos años. La muerte de personas amadas, relaciones fallidas, quebrantamiento de la salud, y muchos temores. ¿Estabas tu allí? Pero también hemos tenido días donde recibimos tus bendiciones, donde dimos gracias por la libertad, donde se nos abrieron puertas. ¿Estabas tu allí también? Creemos, que Jesús nos sostiene en medio de los tiempos que vivimos. Si, esta es nuestra fe. Amén

Augusto G. Milián

 

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